martes, 22 de julio de 2014

Los límites de las Redes Sociales

Por Luis Gregorio Sosa Grajales en co-autoría con Pedro Flores Crespo (UAQ)

En el artículo anterior de Campus sostuvimos que las Redes Sociales (RS) representaban una oportunidad para el aprendizaje más que un riesgo. Esta valoración fue compartida por algunos de los lectores, sin embargo, no concedieron y con buen tino, nos cuestionaron sobre los límites de estos medios de comunicación. En atención a su lectura crítica, en este ocasión abordaremos algunas desventajas de las RS.

En primer lugar, valdría la pena recordar que la llegada de cualquier recurso tecnológico que atrae el tiempo y la atención de las personas es, en principio, satanizado. Así le pasó a la televisión en su momento. Se decía que la TV iba a tener un impacto negativo en el plano social y psicológico. Pero el recurso tecnológico, por sí solo, no genera trastornos. Es el uso que se le da a ese recurso el que puede llegar tanto a afectar como a entretener.
Un riesgo más real relacionado con las RS es la pérdida de la privacidad y la sobreexposición mediática de los individuos. En este caso, vale la pena decir que el uso de las RS implican una ineludible responsabilidad individual y social. Lo que publiquemos en Facebook, compartamos en Twitter e intercambiemos depende de cada uno de nosotros. ¿Cuento con la información necesaria para saber qué consecuencias tiene entrar de lleno a las RS? ¿Estoy dispuesto a sacrificar parte de mi privacidad para ser parte de estos espacios virtuales? ¿Las RS son sólo para adultos? ¿Confiamos en los jóvenes como seres responsables o sólo los vemos como seres incapacitados de discernir qué vale o no la pena? ¿Qué posición tiene la Secretaría de Educación Pública (SEP) al respecto?
En el tema de la privacidad, reconocemos que existen graves riesgos a pesar de que muchas compañías y grupos propietarios de las RS han afianzado sus cláusulas de seguridad. Es difícil saber a ciencia cierta quién está “del otro lado” y esto puede causar una desventaja real, el cual, puede prevenirse a través de diversas acciones. ¿Qué acciones? Habrá que establecer algunos límites a la sobreexposición mediática de las personas. Como padres de familia, docentes y sociedad, se pueden establecer normas o acuerdos sobre la información que se publica, la frecuencia con la que se dan a conocer estos datos y el riesgo de publicar contenidos que comprometan la integridad física. El simple hecho de publicar selfies (autorretratos) de manera indiscriminada puede ser interpretado como una falta de autoestima, lo cual puede ser aprovechado para tratar de manipular a las personas y torcer la utilidad de las RS.
Otro riesgo que advertimos es el mal uso y abuso en la utilización de estos recursos tecnológicos. Pero esto debe verse desde dos ángulos. Desde el ámbito personal —el joven que utiliza en clase su smart phone para conectarse a feis o hacer memes— y desde el ámbito gubernamental. No pocos políticos asumen que la “innovación educativa” significa hacer todo con laps, pizarrones electrónicos y la Internet. En materia educativa, éste es quizás el riesgo mayor: anteponer las RS a los actores y por encima de los fines educativos. En corto: poner los “bueyes detrás de la carreta”.
Asimismo, las RS no pueden suplir la labor del docente, aunque sí la transforman radicalmente. Cuando no se contaba con tantos recursos informáticos, el maestro y el libro de texto gratuito eran las fuentes casi únicas de información, ahora ya no, y esto se debe a la creatividad y multiplicidad de recursos que tanto el docente como el estudiante tendrán que conocer y examinar para asignarle un valor en términos de aprendizaje y desarrollo intelectual. En este sentido, podríamos recordar el caso de la adolescente Paloma Noyola —la mal llamada, Niña Steve Jobs— cuyo destacado aprovechamiento escolar se debió a que su maestro, Sergio Juárez, buscó nuevas técnicas para aprender matemáticas y las encontró en las propuestas del profesor Sugata Mitra, profesor de tecnología educativa de la Universidad de Newcastle en Inglaterra. ¿Hubiera podido el maestro Juárez tener acceso a los aportes de Mitra sin la Internet?
Para terminar, quisiéramos señalar que pese a los riesgos aquí descritos, la prohibición del uso de las RS no parece ser la mejor decisión. Censurar el acceso a estos recursos informáticos podría llevar, paradójicamente, a la clandestinidad y entonces si, los peligros que advertimos podrían incrementarse en perjuicio mayor de los más jóvenes. Falta mucho por decirse sobre las Redes Sociales. Los riesgos que hemos mencionado difícilmente serán los únicos. Ante lo cambiante de estos espacios y las “mutaciones sociales” que constantemente producen, es seguro que surgirán nuevas áreas de conflicto y todos —padres, docentes y autoridades educativas— debemos estar atentos para reaccionar y aprovechar su potencial educativo y social. Tenemos, ante el inminente riesgo, la oportunidad de tender puentes con las generaciones más jóvenes y aprender de manera colectiva.

Originalmente publicado en Milenio (Campus)

miércoles, 18 de junio de 2014

Redes sociales: ¿riesgo u oportunidad para el aprendizaje?

Por Luis Gregorio Sosa Grajales en co-autoría con Pedro Flores Crespo (UAQ)

¿Cuántas veces ha hablado con sus hijos sobre el tema de las Redes Sociales (RS)? ¿Cuántas veces le ha preguntado a sus estudiantes sobre las principales actividades que llevan a cabo en Facebook, Twitter o qué tipo de vídeos ven en YouTube? ¿Qué tan seguido le ha pedido a los estudiantes que usen Facebook o Twitter para las actividades escolares o en beneficio de su aprendizaje?

A través de las RS nos comunicamos, vinculamos y conocemos personas con quien compartimos intereses, aficiones o ideologías. Representan un cambio social y comunicativo acentuado; sin embargo, debido a lo repentino y acelerado de las transformaciones producidas por estos entornos virtuales, persisten dudas sobre las posibilidades, alternativas y riesgos que brindan estas plataformas digitales. ¿Por qué hay cierto rechazo hacia el uso de las RS?

Por un lado la carencia de habilidades tecnológicas (como el Lenguaje Tecnológico al que se hizo referencia en “TIC: Tiempo de ruptura”; Campus No.231), puede acentuar los prejuicios sobre las RS. “Critico lo que desconozco”.
Por otro lado, existe una fuerte dosis de desinformación, derivada de la tensión entre los mass media(sobre todo la televisión) y las RS. Los mitos, prejuicios y falsas concepciones auspiciados por la TV van desde noticias sensacionalistas sobre secuestros que tuvieron lugar gracias a Facebook o verdades a medias sobre conductas que llevan a cabo los jóvenes en redes como Twitter o Vine. Aquí el problema no es la carencia de habilidades, sino la desinformación y tergiversación que los medios masivos de comunicación hacen sobre las RS.
Mientras la disputa por el espacio comunicativo crece, el universo virtual está dominado por los jóvenes cuyo mundo se aparta de los códigos tradicionales de los adultos, quienes en ocasiones se acercan a las RS, pero con mucha resistencia y lentamente. Pareciera que en las RS los ausentes son padres de familia, profesores y directivos escolares y autoridades educativas. ¿Nos convendrá alejarnos de estos espacios y cuestionarlos sin mayor reflexión? En las RS, la juventud expresa libremente sus ideas, deseos y pensamientos, además de sus miedos, dudas, inquietudes y principales incertidumbres. Problemas cotidianos de la vida escolar y juvenil pueden estarse ventilando en las RS, sin que nadie les ponga la atención adecuada y en el peor de los casos, se ha prohibido el uso de estos recursos de información y comunicación. Con esto, quizás estemos cancelendo la posibilidad de un diálogo franco con una generación distinta. 
¿Realmente es eficaz la recomendación de que los jóvenes abandonen esos espacios virtuales ? Sorprende, por ejemplo, que se ligue automáticamente el uso de las RS con problemas de conducta, situaciones de riesgo o dificultades de aprovechamiento, aún cuando se ha comprobado que estos entornos virtuales potencian capacidades creativas y de innovación en los jóvenes. La creación de memes, por ejemplo, o el fenómeno de los vloggers y viners, son sólo uno de tantos ejemplos: ¿o acaso ya se olvidó cuál fue el primer medio de expresión y movilización política utilizado por los Indignados en España, el movimiento #Occupy en Estados Unidos o el #MásDe131 y YoSoy132 en México?
Las Redes Sociales representan una extensión de la vida de las personas; permiten explorar espacios de nuestra personalidad y hacen más sencilla la comunicación e interacción social. Restringirlas o limitarlas, equivale a cerrar los ojos ante una parte importante en la vida de miles de jóvenes.
Tratar de resolver los problemas de la juventud sin escucharlos es poco factible. Las RS constituyen foros donde las y los jóvenes se expresan sin muchos límites ni ataduras y representan entonces un buen espacio para conocer sus miedos, angustias y preocupaciones, así como sus aspiraciones e ideas. Por ello, sugerimos dejar de lado el prejuicio y perderle el miedo a tener una comunicación franca y directa con los jóvenes sobre Facebook y Twitter. Por ejemplo, se les podría pedir que nos expliquen cómo funcionan o qué aspectos del trabajo escolar puede realizarse mejor si utilizamos estos recursos tecnológicos. En ello, quizás no sólo comprendemos una herramienta tecnológica innovadora, sino que también podríamos afianzar vínculos intergeneracionales con los más jóvenes, aprender juntos un tema fascinante e inacabado y repensar nuestra papel de profesores o padres de familia. Las RS son una oportunidad para el aprendizaje colectivo.

Originalmente publicado en Milenio (Campus).

Basta ya de diagnósticos: es hora de actuar

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

¿Cuál es el problema más fuerte que vive la educación en nuestros días?, ¿la insuficiencia de los presupuestos?, ¿la mala calidad de los aprendizajes y la deficiente formación de los maestros?, ¿la corrupción y la politiquería magisterial?, ¿la pérdida gradual del sentido educativo?, ¿la crisis y la carencia de empleos? Pero, ¿qué tal si existe otro componente más? Y no hablo de la falta de interés de la sociedad, me refiero a la excesiva necesidad de buscar y señalar los problemas en vez de poner manos a la obra y actuar. Porque poniendo el dedo varias veces en el renglón, ningún dilema se resolverá.

Camino por la mañana hacia una escuela rural. El calor es fuerte, el sol pica mi piel mientras circulo por un tramo polvoriento, sin ninguna sombra a la vista, en una comunidad donde reina la pobreza y el abandono. Aquí poco importan los indicadores perfectamente construidos, las siempre pensadas recomendaciones de organizaciones civiles; mucho menos las buenas intenciones de políticos, o las reformas que se cocinan en las grandes capitales. Aquí lo que importante es hacer bien el trabajo, con lo poco que se tiene. Porque ese poco, significa mucho para muchos.
Platico por horas con el grupo de profesores que visité. Hablamos de sus problemas diarios, sus inquietudes, sobre cómo pinta el panorama para ellos. No pude contener una inquietud personal, y les pregunto por el valor y la utilidad que les han dejado los múltiples esfuerzos que asociaciones civiles y no gubernamentales, institutos, colegios y universidades, llevan a cabo para cartografiar cada centímetro de la extensa problemática educativa mexicana. La respuesta fue lapidaria. “No nos hacen falta diagnósticos”, responden: “la enfermedad ya la conocemos, la vivimos. Necesitamos la medicina, pero esa nomás no la vemos”.
Creo que allí muere la demagogia de cualquier discurso, pues no hay nada más cierto que eso. Los profesores que viven día con día cada uno de estos dilemas, en el campo y en la ciudad, no requieren recetas encapsuladas a manera de soluciones. Requieren acciones directas, y las necesitan pronto.
Pues más allá de las buenas intenciones con las que surgen, los diagnósticos que describen la naturaleza, dimensiones y riesgos de los problemas educativos nacionales, de nada sirven si no vienen acompañadas de acciones concretas que incidan directo sobre los fenómenos, a la par de que son estudiados.
Sin embargo, la mayoría de estas organizaciones pronto (y muy eficazmente) delegan dichas acciones al Estado, recordándole su responsabilidad constitucional de impartir educación laica, gratuita, obligatoria y de calidad para todos. Qué fácil. Como si no supiéramos que el gobierno mexicano se encuentra rebasado en su capacidad de atender no solo las problemáticas educativas, sino además, las demandas sociales, de salud, de vivienda, de alimentación, de economía y de seguridad.
¿Por qué no gastar los 10 o 100 millones de pesos que cuesta otro profundísimo diagnóstico, en acciones directas que incidan sobre la realidad educativa?, ¿acaso eso no es también ineficacia en la inversión de recursos: gastar en algo que ya se hizo? Creo firmemente que no pasar a la acción, en buena medida es herencia de la investigación educativa, en su más férrea tradición por describir, analizar y estudiar las cosas de por vida, desde lejitos y sin actuar. Estimadas asociaciones y colectivos: ¿por qué no seguir el ejemplo de aquellos pocos que sí hacen investigación-acción? Estimados colegas: ¿por qué no vivir las ideas de Freire y otros tantos? Quizás es porque suenan bonito en las páginas de un texto, y feas al momento de actuar. Porque actuar es innovar, y a eso pocos se arriesgan.
Ninguna organización o institución tiene el poder o la capacidad para exigir despidos, pedir transparencia y renuncias, decir en qué gastar el presupuesto, ni recomendar otras tantas soluciones, si su aporte a la educación de México, por enésima vez, es decirnos donde están los problemas con un bonito y muy bien impreso informe. Basta de utilizar el argumento que no existe “suficiente evidencia para avanzar y actuar”: esa es la principal causa de que muchos problemas sigan igual.
El reto es grande”, dicen algunos: pues es hora de poner en marcha soluciones equivalentes. Que no les gane el miedo por salir, cambiar las cosas, e innovar. Quizás y con eso, tenemos un tema distinto del cual hablar en nuestros futuros diagnósticos. ¿A poco no?

Originalmente publicado en Cultura Educativa.

miércoles, 16 de abril de 2014

Los marginados digitales

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*
Dedicado al Dr. Javier Prado Galán, un amigo y un maestro.

Desde hace más de una década, la discusión educativa y social se ha centrado en los nativos y migrantes digitales como protagonistas de la llamada Revolución Tecnológica. Sin embargo, estos grupos no son los únicos en nuestra realidad: existen grupos vulnerables desde el punto de vista tecnológico, que al no ser nombrados, son invisibilizados, descartados y/o negados. Los marginados digitales son el mejor ejemplo de este fenómeno.
El mundo actual sigue siendo un espacio de marginados digitales, más que de nativos o de migrantes. La exclusión tecnológica que persiste en la actualidad, es la principal razón de este fenómeno: las diferencias en el acceso a dispositivos y servicios digitales entre los grupos que integran a nuestras sociedades, se agudizan (como es común) con quienes menos tienen. Indígenas, migrantes, refugiados o quienes viven en contextos de alta marginación y pobreza, figuran entre los más afectados.
La profecía tecnofílica de que “los desconectados” irían desapareciendo conforme aumentara la demanda y bajaran los costos de producción de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), ha sucedido de una forma más lenta de lo anticipado: los dispositivos y servicios digitales más innovadores poco se han abaratado, dadas las prácticas monopólicas de la mayor parte de los fabricantes de hardware y software en el mundo. Lo que es peor: en muchos casos, la tecnología se ha vuelto una cuestión de élite, siendo el caso de los Smartphones uno de los más representativos. Si a esto sumamos que existen personas que no están interesadas en las TIC, ni en conectarse al mundo digital, se dibuja entonces un nuevo panorama para la discusión.
Pues seguir considerando como migrantes digitales a individuos o grupos que (por la falta de oportunidades o recursos para acceder a medios o sistemas tecnológicos) ni siquiera han tenido la posibilidad de adaptarse a las nuevas modalidades de interacción y comunicación digital, o que no están interesados en ser parte del mundo tecnológico, resulta ser un grave error.
Como se detalla en el estudio “El Lenguaje Tecnológico: un nuevo horizonte para el logro educativo y la inclusión social”, los marginados digitales son individuos y grupos sin oportunidades de desarrollar (de manera efectiva) competencias digitales necesarias en nuestros días. Su origen, como anteriormente se señala, puede ser diverso. La intención de discutir la categoría de la marginación digital, señala el estudio, no se relaciona con el interés estéril de “proponer más nomenclaturas” en el tema de las identidades digitales. Más bien, este esfuerzo pretende visibilizar y destacar la existencia de sujetos y comunidades que siguen siendo vulnerables desde el punto de vista tecnológico.
Y es que la brecha digital que produce esta marginalidad es, hoy por hoy, uno de los factores de exclusión (educativa y social) más riesgosos que existen, dado que limita la igualdad verdadera de oportunidades que puede desarrollar un sujeto, y su acceso a parte de la información y el conocimiento que se construye y comparte en el mundo contemporáneo. Esto último, teniendo en cuenta los sucesos de los últimos años (la Primavera del Jazmín, los Indignado, los Occupy o el movimiento #YoSoy132 en México), también puede llegar ser una limitante para que los individuos se expresen y hagan valer otros derechos, sean sociales o políticos.
Las personas que tenemos acceso a dispositivos y sistemas digitales somos privilegiados, pues poco menos de la mitad de los seres humanos del planeta tiene acceso real a las TIC que tanto disfrutamos. Ante la responsabilidad que este privilegio implica, todos podemos de alguna u otra manera, hacer que más gente acceda al contenido y los conocimientos que la tecnología nos brinda: compartir gadgets que ya no utilicemos, enseñarle por las tardes a nuestros padres o abuelos como utilizar los teléfonos celulares o computadoras, o abrir nuestras redes domésticas (quitándole la contraseña a nuestro wi-fi doméstico), son solo algunas de tantas acciones que podemos llevar a cabo para hacer más cercano el mundo tecnológico y sus beneficios a más personas que nosotros. En gran medida, también depende de ti disminuir el número de estos marginados.

* Originalmente publicado en Forbes México.

sábado, 15 de marzo de 2014

Ciencia ficción, modas y tendencias

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

Según cuenta la leyenda, hace apenas un par de décadas no había nada cool en la ciencia ficción. Quizás los más jóvenes no lo recuerdan, pero traer playeras de Star Wars o los X-Men, saberte de memoria las frases del Joker de Ledger y recitarlas cada que se puede, presumirle a tus amigos que acabas de leer un comic increíble, ser trekkie o un fan de Spielberg… Bueno, todo eso es bastante reciente.
Aun cuando la ciencia ficción ha tenido un fuerte impacto en la cultura de masas durante las últimas décadas (los filmes más taquilleros de los setenta y ochenta, por ejemplo, son fábulas del género: Star Wars y ET respectivamente), ésta se vio por mucho tiempo relegada a un mero asunto de niños y jóvenes. El género de la trivialidad, del infantilismo; la novela absurda para pequeños, una subespecie entre lo establecido.
Los orígenes del cliché se remontan a nacimiento mismo del sci-fi en la literatura. Varios escritores de este género de novelas (aun cuando sus obras se volvieron clásicos, fuentes de inspiración inagotada a la fecha), estaban convencidos que sus textos eran material de segunda. Literatura sub-especulativa, narrativa hueca que les abriría la puerta a mejores piezas, mejores relatos. Ya para el siglo XX, con la llegada y el boom del séptimo arte, la falsa idea llegó para quedarse: la ciencia ficción era simple y barata de producir, y por ende debía ser barata y burda en su contenido. Y así lo fue, salvo casos excepcionales, por más de siete décadas.
Cuenta la leyenda que Star Wars cambió las cosas. No lo veo de esa forma, pues confesarte amante del género durante los años subsecuentes al estreno de esta cinta y sus secuelas, no se volvió una práctica legitimada: no era el tópico por excelencia para hacer nuevos amigos en una fiesta, mucho menos platicar durante una buena borrachera. La ciencia ficción seguía siendo tema para nerds, geeks y otros marginados, esos que amaban las computadoras, los comics, la escuela, y todo aquello que no cuadraba con el resto del planeta. El máximo valor de la saga escrita por George Lucas fue, como si se tratara de un agricultor virtuoso, poner la semilla correcta en el momento y lugar adecuados, con la esperanza de que algún día, brotase el fruto que todos queríamos probar.
Y ese fruto eventualmente, vio la luz durante la década de los noventa. Sí, quizás algunos digan que la cosecha fue recogida por Cameron y su último Terminator, o por Spielberg en su Parque Jurásico. Aunque en realidad, el verdadero triunfador de estas conquistas alcanzadas fue la ciencia ficción en su calidad de género amplio. Gracias al avance tecnológico en materia de efectos visuales que se dio durante esta etapa, por fin se conquistó el anhelado sueño de revalorar la ciencia ficción, y catapultar un proceso de legitimación generalizada. Cualquier cosa imaginada, escrita, planteada o soñada, podría ahora trasladarse de manera efectiva a la gran pantalla, por complicada o difícil que fuera, y con la sola promesa de que el cine la haría llegar a todos los rincones del planeta. Los límites a partir de entonces fueron las ideas, y el género día con día iría cobrando mayor impacto y relevancia.
Porque los niños que crecieron con aquella saga galáctica de los setenta, ahora eran padres de familia que llevan a sus hijos a ver nuevas películas del género. Porque aquellos otros niños, los que crecieron viendo como los dinosaurios volvían a la vida en la era moderna, después se asombraron que nuestro mundo fuera la invención maquiavélica de unas máquinas. Porque los escritores de libros de ciencia ficción comprendieron el valor que el género ahora tenía, y se sentaron inspirados a escribir la siguiente gran novela que venderían como película. Porque los superhéroes llegaron, nos hicieron creer en ellos gracias a la magia de los efectos visuales, y salvaron el día.
Por todo esto, hablar de ciencia ficción dejo de ser tema de raros o de locos. Es parte insoslayable de la cultura moderna, elemento clave de nuestra narrativa. Ser geek y saber de sci-fi es cool a la fecha, una tendencia en la moda, en los hábitos del comportamiento y consumo de nuestros días. ¿Acaso saludar como Spock, con tu playera del raptor inteligente de Jurassic Park, mientras tu iPhone porta una funda de Iron-Man no te da estilo y pertenencia? Las implicaciones de la respuesta no nos invita a especular sobre la posmoderna fusión de las culturas, sino que nos empuja a la duda más simple y directa: ¿qué pasará cuando una tendencia se agote?
Alentándonos a la reflexión sobre el tema, Gilles Lipovetsky nos obsequió en su Imperio de lo Efimero una sepulcral sentencia: todas las modas se agotan con la misma fuerza y velocidad con la que surgieron. Y siendo honestos, no observo ningún elemento que me permita sugerir que, para este caso, dicha pauta se romperá.
Ya en la actualidad, las novelas, comics y cintas de sci-fi parece encontrarse en una crisis de la fórmula. Al mismo paso que los efectos especiales se vuelven más realistas, las ideas se agolpan, chocan entre sí, y se erosionan por el desgaste. La ciencia ficción está en crisis, y como nuestra economía, se encuentra en una profunda recesión. El infinito reciclaje, la extensión de las ideas o el plagio descarnado, son ya elementos diarios de un género que otrora se definió por su carencia de fronteras, de espacios o de límites claros. La idea es explotar lo más posible una fórmula redituable, dejando la forma, el contenido y la calidad en segundo plano. Y esa, amigos míos, será la razón por la que muchos en un futuro cercano, abandonarán esta moda pasajera por la ciencia ficción y volarán a nuevos horizontes.
Remitiéndome a un ejercicio clásico del género, y mirando a un futuro cercano y devastador, puedo advertir que en un par de años, conocer referencias sobre Star Wars, héroes de Marvel, viajes en el tiempo, robots y dinosaurios no será tan cool como es ahora. Entonces, amigos míos, la ciencia ficción volverá a ser tema de marginados e inadaptados. Que vueltas que da la vida.

® Derechos Reservados. Originalmente publicado por Revista Quatro.

lunes, 10 de marzo de 2014

Elementos Generales de una Tesis de Grado

Por Luis Gregorio Sosa Grajales

Hace algunas semanas, me contactó un estudiante de la Licenciatura en Pedagogía con una solicitud bastante específica: quería conocer mi punto de vista respecto a la estructura general de su tesis de grado.
Una de las cosas que más llamó mi atención en el caso de este joven (sobre todo porque en su momento, también lo padecí), es en realidad un problema generalizado en muchas universidades públicas de todo el país: buena parte de los profesores que imparten asignaturas de investigación o asesoran las tesis de grado de los estudiantes, no son especialistas en ese rubro; algunos de ellos incluso, nunca han realizado o conducido estudios de investigación reales, más allá de sus propias tesis de maestría o doctorado.  
¿Qué impacto produce este fenómeno en la calidad de las investigaciones y los estudios de grado realizados por los jóvenes?, ¿motiva o desmotiva a los estudiantes que sus profesores de investigación no sean especialistas en el rubro?, ¿están algunas universidades públicas formando o deformando en investigación?
Aún con lo inquietante que resultan estas preguntas, el propósito del presente texto no es analizar las condiciones actuales de la enseñanza de la investigación en las universidades públicas en México, sino algo más simple: compartir a estudiantes universitarios algunas claves y elementos que les ayudarán a estructurar de manera general su tesis de grado (ya sea licenciatura o maestría). En este caso, los elementos generales que debe tener cualquier tesis.
Antes que nada, debo comentar que existen muchas formas respecto al orden que debe llevar un proyecto de investigación académico o tesis de grado. Algunas incluso, son obligatorias en ciertas casas de estudio. Si no cuentas con restricciones académicas respecto a la estructura general de tu investigación, te sugiero organizar tu tesis en tres capítulos centrales, con los elementos que se detallan a continuación:

ESTRUCTURA GENERAL DE UN PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

Capítulo I
1. Portada
- Título (debe reflejar sintéticamente el objetivo del trabajo o investigación; no debe exceder de 15 palabras; es recomendable ver los criterios de APA).
- Elementos de portada (institución, facultad, créditos, fechas, etc.)

2. Índice
- Índice de tablas.
- Índice de cuadros (esquemas, cuadros referentes al marco teórico).
- Índice de gráficos.

3. Resumen del trabajo
- Debe responder a las siguientes preguntas: ¿qué se hizo?, ¿cómo se hizo?, ¿con qué se hizo?, ¿con quién se hizo?, ¿qué resultados se obtuvieron?; no más de 250 palabras.
- Debe tener palabras clave (entre tres y cinco).

4. Introducción
- Debe explicitar el problema o investigación que se desarrolló.
- Debe señalar los límites del estudio (qué es y qué no es la investigación).
- De señalar la forma en la que se organizó el trabajo (por capítulos).

5. Marco Teórico
- Debe ordenarse por capítulos y subcapítulos (Capítulo I, 1.1, 1.2, 1.3…)
- Debe tener coherencia y lógica con el método.
- La información debe ser pertinente y relevante.
- Se sugiere que 40% de las referencias sean de libros de texto, y que 60% provenga de artículos académicos de investigación. En el caso de libros, se recomienda dar prioridad a materiales de los últimos 10 años; para los artículos académicos, se debe dar prioridad a investigaciones de los últimos 5 años.
- Utilizar una forma adecuada de citar o referenciar (se sugiere el formato APA).

Capítulo II
6. Método
- Planteamiento del problema.
- Objetivo (objetivo general y particulares).
- Hipótesis.
- Variables.
- Variable independiente.
            - Definición conceptual (autor, año).
            - Definición operacional (ítem)
- Variable dependiente
            - Definición conceptual.
            - Definición operacional.
            - Variables clasificatorias.
- Tipo de estudio.
- Diseño de investigación.
- Muestra/muestreo.
- Métodos de investigación o Instrumentos (variará de acuerdo al tipo de estudio: cuantitativo, cualitativo, mixto).
- Procedimiento.

Capítulo III
7. Resultados
- Cambia según el tipo de estudio. Se recomienda que el orden de presentación de los resultados sea de acuerdo a los objetivos de la investigación.

8. Conclusiones
- Debe articularse con los objetivos de la investigación y/o el marco teórico, lo que yo estudié y a partir de reflexión y análisis, generar afirmaciones contundentes o enriquecer las previas.

9. Referencias
- Con base en el formato APA.

10. Anexos

Los elementos generales que anteriormente se describen, aplican para estudios e investigaciones cuantitativas y mixtas; en el caso de estudios cualitativos, cambian algunos elementos en el marco teórico y en el método. Para más información, les sugiero consultar la obra de John W. Creswell  "Qualitative, quantitative, and mixed methods approaches", editada por Sage.

Espero que esta información les sea de utilidad.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Emprendedores y otros fabulosos mitos. Algunas reflexiones sobre el emprendedurismo desde el sureste de México.

Por Luis Gregorio Sosa Grajales

- Corte A: Un hombre joven, no mayor de treinta años, experto en búsqueda y caza de talentos (head hunters) acude a una empresa local en Veracruz para brindar una pequeña conferencia. Aunque muchos salen convencidos de sus ideas, la realidad con la que se encontrarán es otra: en el área de trabajo de esta empresa, las universidades locales (tanto públicas como privadas) poco o nada promueven la figura de jóvenes emprendedores, autoempleo, promoción de talento, y otros conceptos relacionados con esta plática. Será una búsqueda larga. 

- Corte B: Con base en un diagnóstico muy bien elaborado, un grupo de universitarios han desarrollado un proyecto social de amplio impacto, que beneficiará a una población significativa de niños y jóvenes. Para concretarlo, se acercan con algunos profesores y a la directora de su carrera; no obstante, la respuesta de estos es símil: no hay forma de obtener recursos para poner en marcha proyecto de los muchachos. Por sus tareas personales, ningún docente se propone en apoyar a los jóvenes para “cazar” algún posible candidato que invierta en esta idea. Para colmo, dado que ninguno es estudiante de posgrado, ni se encuentra adscrito como profesor a ninguna dependencia, no hay forma de acceder a recursos de Conacyt o alguna otra fundación local. El ánimo de los jóvenes se pierde con el tiempo. Algunos de ellos han decido migrar a otras entidades, llevándose con ellos lo que queda del proyecto. 

Corte C: Un grupo de académicos pertenecientes a una conocida universidad pública local, se ha propuesto actualizar los planes y programas de estudio de una licenciatura en su facultad, a fin de adaptarlos a las nuevas necesidades tanto científicas y disciplinares, como de perfiles requeridos en sus egresados por el mercado actual. Las figuras del emprendedurismo, empleabilidad y proyección del talento se contemplan entre sus metas. No obstante, y apenas dos meses después, este propósito se derrumba ante divisiones políticas dentro de la mencionada facultad, y la complejidad institucional por llevar a cabo cambios y mejoras en los planes y programas.
No soy experto en talento, mucho menos un especialista en emprendedores. Mi tesis de grado no abordó este tema, y los únicos acercamientos que tengo con el mismo, provienen de mi experiencia en diseño y gestión de proyectos educativos, es decir, desde la perspectiva de un emprendedor más. Muchos dirán que eso le da suficiencia a mis ideas, sin embargo, quisiera enmarcarlas desde la informalidad, pues considero, estas líneas no tienen como intención hacer teoría.
La tesis central que expongo que resume en una línea: fuera de las grandes capitales, la figura de los emprendedores en México está poco fortalecida. En algunas zonas, debido a la complejidad social, económica y política, es nula o inexistente. Hablar de un emprendimiento o un proyecto de innovación en una universidad o con una empresa, resulta en la mayoría de los casos, extraño e incómodo. Para muchos, es más sencillo actuar desde esquemas establecidos, desde una zona de confort  que ya han mostrado su valía al producir ingresos, que invertir o "arriesgar" su dinero en innovación. Si eres joven y nadie te conoce, la situación se pone peor.
La razón de este fenómeno, se debe a la carencia de una idea: la falta de una cultura compartida entre individuos y organizaciones (universidades y empresas) respecto a que el emprendedurismo es una noble empresa: un área de oportunidad y desarrollo que beneficia a todos los involucrados por igual.
Y es que poco se trabaja formalmente este tema desde los centros de estudio, sobre desde la universidad pública. No se trata de un afán de buscar culpables, pero son notorios los problemas en materia de desarrollo, innovación, y por ende, en promoción y proyección de talentos (entre sus egresados y estudiantes) que viven muchos centros universitarios de la región y otras latitudes del país. Atrapadas entre la administración, la excesiva burocracia y una pizca de estatismo y politiquería, las casas de estudio se vuelven poderosas telarañas que atrapan y asfixian el talento de cientos de jóvenes, en vez de transformar y/o invertir en sus ideas.
Para colmo, pocas fundaciones e industrias que promueven la innovación y el emprendedurismo en la región (las que lo hacen, invierten en rubros y perfiles específicos o muy enfocados), no alcanzan para dar cobertura a las carencias  que existen en este rubro a nivel local. ¿Quién promueve, por ejemplo, a emprendedores en material social?, ¿quién se encarga de incentivar que jóvenes universitarios y egresados desarrollen proyectos sociales de amplio impacto a nivel local? No todo es industria, señoras y señores: vivimos en un país de serias y marcadas desigualdades, en el cual solo a través de la acción social, se pueden producir cambios profundos y duraderos. Allí existe una gran área para invertir y actuar; allí existe un gran mercado para que jóvenes se desarrollen e impacten con sus proyectos y acciones.
Todavía existe un enorme tramo por recorrer en nuestro país respecto a los emprendedores, sobre en material de proyectos e innovación social. Como previamente señalé, fuera de las grandes capitales mexicanas, los emprendedores deben sortear muchos obstáculos para materializar, y por ende, capitalizar sus ideas. Quizás suene bonito en una conferencia, pero hablar del emprendedurismo como una meta alcanzada “en todo México”, es contar un fabuloso mito. 

lunes, 17 de febrero de 2014

La cultura pop como fuente de conocimiento. Cuando los superhéroes ayudan a la educación...

Por Luis Gregorio Sosa Grajales

Un elemento innegable que caracteriza nuestros días, aparte de la revolución en las tecnologías digitales, es el boom de ciertos productos culturales destinados al entretenimiento masivo, como las cintas de superhéroes. Año tras año, decenas de estas obras, muchas de las cuales abordan temáticas controvertidas actuales (potencialmente explotables en la academia) llegan a las y los jóvenes a través del cine, la literatura, la música y el Internet. Mi duda es: ¿nada de esto puede rescatarse y ser utilizado en las aulas?, ¿nada de esto tiene potencial o un valor educativo que deba aprovecharse? Me parece que aún no hemos considerado todas las posibilidades que estos recursos nos ofrecen.

Hace un par de años, un colega me preguntó qué representaba la máscara de Guy Fawkes que utiliza el grupo de hackers Anonymous, y que han portado cientos de jóvenes durante las diversas movilizaciones sociales de los últimos años. “¿Tienen algún ‘simbolismo oculto’ esos antifaces?”, cuestionada, “¿a qué debemos su uso? Yo creo que es un doble discurso, pero espero tú puedas responderme eso”. Y remató: “Eres joven y debes saberlo. Y la verdad, que me da pena preguntarle a mis alumnos”. Sonriente, le respondí que no existía ningún simbolismo escondido, ni teoría de la conspiración. En realidad, la respuesta era más simple de lo que parecía…
El uso de la máscara de este personaje británico por miles de jóvenes durante manifestaciones políticas recientes y por el grupo de ciberactivistas Anonymous, se debe un referente cinematográfico muy popular de los últimos años: V, anárquico protagonista de la cinta V for Vendetta (basada en el comic de Alan Moore), se ha convertido en un referente de insurrección e ícono del “poder del pueblo sobre los gobiernos” para las nuevas generaciones. Esa es la razón de su uso, le señalaba a mi decepcionado colega: la máscara de V, es usada como un símbolo por la juventud, un referente que, aunque representa la anarquía y el combate a la opresión, proviene del cine comercial.
Y es que al igual que esta popular película de 2006, todos los años diversos filmes (por no citar libros, canciones, historietas y otras expresiones de la cultura actual, como los memes), contienen referencias que podrían ser utilizadas con fines educativos o instruccionales, y que sin duda, serían de gran ayuda para que muchos profesores motiven la discusión y el debate entre sus estudiantes con referentes que les son próximos (el ya conocido aprendizaje situado) ¿O acaso los dilemas morales que sugieren cintas como Avatar (2009) y The Dark Knight (2008) no darían pie a una interesante reflexión sobre la ética y los valores en la sociedad actual? Si filósofos contemporáneos como Slavoj Ẑiẑek ven en estas cintas una fuente inagotable de discusión (Living in the end times, 2012), ¿por qué muchos de nosotros nos negamos a utilizar estos referentes en las aulas?
La respuesta quizás es simple: por el esnobismo que se gesta al creer que existe una cultura superior (representada por el conocimiento que proviene de la ciencia y la academia), en la cual la cultura popular (el saber popular, el conocimiento cotidiano) no tiene cabida por ser superflua y banal, una especie de clasismo del conocimiento. Y la verdad, no hay nada más equivocado que ese concepto.
Los productos culturales de entretenimiento masivo ofrecen una amplia gama de recursos esperando ser explotado en las aulas por los docentes. Filmes, libros, canciones, manifestaciones culturales y artísticas del internet, incluso videojuegos, son fuente inagotable de recursos esperando ser capitalizados en los centros escolares.
Con lo anterior, tampoco digo que los profesores tienen el deber u obligación de consumir todo aquello a lo que tienen acceso sus estudiantes: no se trata de ir de un extremo al otro. Tampoco pretendo afirmar que el conocimiento obtenido desde la cultura popular es universalista: al contrario, este siempre debe situarse, pues al surgir desde las artes (las cuales están plagadas de la o las ideologías de los autores) no se puede utilizar como un referente moral. Lo que sí trato de enfatizar es que, desde la escuela, debemos combatir el mito que nos dice que en la cultura popular “no existe conocimiento alguno”, mucho menos saber que pueda ser rescatado con fines académicos. Todas las expresiones de la cultura pueden utilizarse para el desarrollo del conocimiento, y si estas expresiones nos sirven como referentes para lograr aprendizajes, tendrán quizás un valor agregado. Hoy por hoy, considero que no existen “culturas o conocimiento superior, con lo bueno y lo malo que eso implica.
Ya antes he sostenido que uno de los cánceres más fuertes de la educación actual, es la creencia (ampliamente aceptada y expandida) de que la ‘mejor forma de enseñar, es aquella en la que fuimos instruidos, pues esta ideología no solo pasa por alto el saber propio de los estudiantes y la forma en la que estos (fuera del ambiente escolar) construyen o adquieren el conocimiento, sino también sus referentes culturales, su creatividad personal, e incluso sus propios intereses. Acompañando a este síndrome, viene el ya conocido síntoma de caricaturizar a los jóvenes como entes carentes de creatividad, imaginación e ingenio, zombis faltos de interés y motivaciones, cuando quizás somos nosotros los que producimos tales situaciones. Tal vez sea hora de que dejemos el debate estéril sobre lo que es “bueno y malo” para los estudiantes, y explotemos las potencialidades que el conocimiento, surja de donde surja, nos puede ofrecer. Con un poco de suerte, hasta Superman o el Hombre Araña podrían ayudarnos en esa tarea.

* Publicado por Cultura Educativa. La imagen del Hombre ArañaÒ es propiedad de Sony Pictures.

martes, 11 de febrero de 2014

Conocimiento y saber: el final de la "cultura dominante"

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

La idea de que el conocimiento es algo exclusivo de contenidos o medios académicos se encuentra en crisis. Hoy por hoy, una amplia variedad de libros, filmes, canciones, historietas, e incluso otras expresiones de la cultura popular electrónica (como los llamados memes de internet) ofrecen a los profesores una infinidad de recursos, ejemplos y analogías que pueden utilizarse para reforzar o complementar los aprendizajes de los estudiantes. Sin embargo, es notorio que aún persiste un rechazo desde la academia por utilizar (en las aulas) otros tipos de saber y conocimiento. La razón de esto: desconocimiento y esnobismo.

La modernidad y su lógica de progreso están fundadas en el cientificismo lógico. Como resultado de estos procesos, la escuela del siglo XX sólo consideró como válido y “real” al conocimiento que provenía de la ciencia, y que en última instancia, se producía en la academia y centros del saber asociados.
Otros tipos de conocimiento (el saber diario, el que proviene de nuestras culturas originarias, el conocimiento espiritual, e incluso el que se encontraba reflejado en obras de la cultura popular) han sido vistos desde entonces como saberes de segunda, innecesarios y superfluos ante la “verdad única”: el conocimiento comprobable, estructurado y sistemático al que sólo podemos acceder con el método científico.
Sin embargo, las realidades actuales y los nuevos escenarios de globalización y pluralidad, han puesto en crisis esta premisa, generando tensiones que se viven cada vez con mayor fuerza en los centros de estudio, sobre todo en las universidades. Y es que el ideario de una ‘cultura superior’, herencia del cientificismo y la escuela modernista, parece haber llegado a su fin. El término de este paradigma, sin embargo, no proviene de la sustitución de un sistema por otro, sino que se está dando al replantear una lógica que hemos considerado como única y verdadera. Y es que nunca existió una ‘cultura superior’, gestora de todo el conocimiento y el saber ‘real’. Lo que sí existe es conocimiento y saber como concepto y como sistema que integra todo lo humano: venga de donde venga (eso sí, no siempre con el mismo valor, relevancia o intensidad).
En ese sentido, la escuela modernista se ha encargado de hacernos partícipes de una suerte de clasismo del conocimiento, el cual, en muchos casos, sigue imperando en el discurso educativo. El conflicto aumenta al encontrarse algunos de los reproductores de esta ideología (profesores, diseñadores del currículo, académicos e investigadores) con los jóvenes nativos de la globalización, la digitalidad y de la Sociedad de la Información y el Conocimiento, sujetos que su propio saber de todos los espacios y todos los medios a los que tienen acceso. Esta tensión puede llegar a ser irreconciliable, y en algunos casos puede producir –entre otros factores– que se debilite la relevancia y la pertinencia de la educación en el imaginario de los estudiantes.
Ya antes he sostenido que uno de los cánceres más fuertes de la educación actual, es la creencia de que el ‘mejor conocimiento, el mejor saber y la forma correcta de enseñar, es aquella en la que fuimos instruidos’, pues esta ideología no solo pasa por alto el saber propio de los estudiantes y la forma en la que estos (fuera del ambiente escolar) construyen o adquieren el conocimiento, sino también sus referentes culturales, su creatividad personal, e incluso sus propios intereses.
Acompañando a este síndrome, viene el ya conocido síntoma de caricaturizar a los estudiantes como entes carentes de creatividad, imaginación e ingenio, zombis faltos de interés y motivaciones, cuando quizás somos nosotros los que producimos tales situaciones al imponerle a los jóvenes formas y modelos de pensar, de adquirir el saber y construir el conocimiento que ya no son dominantes en el mundo actual.
Tal vez sea hora de que dejemos el debate estéril sobre el saber “bueno y malo”, y explotemos las potencialidades que el conocimiento, venga de la fuente que venga, nos puede ofrecer al momento de generar saber relevante y pertinente para nuestra sociedad y sus necesidades.

* Originalmente publicado en Forbes México.

lunes, 10 de febrero de 2014

Los Memes de Internet: ¿quién dijo que no hay creatividad juvenil?

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

No soy el tipo de persona que cree que la escuela enajena, corta las capacidades de los individuos o limita sus posibilidades creativas. Lo que sí creo, y fuertemente, es que los centros escolares llegan muy tarde cuando se trata de explotar la imaginación, los recursos y la creatividad de ciertas generaciones de estudiantes. Aún seguimos padeciendo eso, y la relación de los jóvenes con los Memes de Internet son un claro ejemplo hoy en día.
En términos simples: un meme es una idea propagada por la red (en forma de imagen, video, frases, hashtags, etc.) cuyo éxito o popularidad la lleva a ser distribuida por los diversos canales que integran al sistema (desde las redes sociales hasta blogs o correos electrónicos). Los memes son la base de la cultura viral de Internet y muchas veces hemos tenido acceso a ellos sin quizás darnos cuenta: desde el clip de la caída de Edgar (hace ya un par de años) hasta los Rage Comics, pasando porBenshorts o recientemente, con el video de Hitler enfadado por las pifias de Peña Nieto en la FIL de Guadalajara.
Y es que si bien el origen y desarrollo de los memes ha estado vinculado a franquicias comerciales y al marketing contemporáneo, son jóvenes (entre 13 y 24 años principalmente) los productores de más de 3/4 partes de estos en el mundo. Es decir: hay mucha capacidad creativa dedicada a este fenómeno, hecho que contradice la idea (ampliamente aceptada y actualmente muy expandida) que caracteriza a la juventud contemporánea como entes pasivo-estatistas, ausentes de talento y creatividad definida: ¿no es esta una forma de producción de cultura y expresión creativa? Al parecer no para muchos, y si volteamos la vista al caso de las escuelas, el tema se agudiza: ¿o acaso ha visto usted un meme utilizándose en algún centro escolar?, ¿o mínimo cuándo fue la última vez que vio que alguna de esas capacidades creativas de los jóvenes sea al cien por ciento explotada por los maestros en el aula? La respuesta es más simple de lo que pensamos.
Muchos aún creen que la mejor forma de enseñar es aquella en la que fueron instruidos, sin darse cuenta que las generaciones cambian y que estar vinculados con aquello que los jóvenes hacen y piensan es menos negativo de lo que imaginaron. Estamos tan acostumbrados a identificar el déficit, que fácilmente perdemos de vista lo que realmente tenemos.  Profesor (o padre de familia): pregúntele a sus estudiantes (o hijos) sobre los memes, y que tanto consideran que la creatividad que se dedica a los mismos puede ser reorientada o explotada en algunas de sus clases, labores o actividades. La respuesta puede ser más sorprendente de lo que imaginaron, pues la revolución digital no transformó a los jóvenes en zombis o en aislados irreflexivos carentes de pensamiento. No. Sencillamente movió sus espacios de interés a otro lado… Ese otro lado digital al que todos algún día todos tendrán que migrar.

* Originalmente publicado por Publimetro.

Cerca de 7 millones, sin expectativas de futuro, advierten especialistas

Por Emir Olivares Alonso*

Se calcula que en México cerca de 7 millones de jóvenes no tienen expectativa de futuro, ya que no acceden a la educación ni a un empleo bien remunerado; prolongan su salida de la casa de sus padres y es prácticamente imposible que puedan adquirir una vivienda. Aun con este desolador panorama, el Estado no ha diseñado políticas públicas dirigidas a resolver la situación de este sector, al grado que se ha perdido ya una generación de mexicanos (los que nacieron en la década de los 80 del siglo pasado), señalaron especialistas universitarios en el tema, al conmemorarse el Día Internacional de la Juventud.
Los jóvenes son uno de los segmentos en riesgo por la desatención hacia ellos de las políticas públicas. No existen estrategias oficiales articuladas que intervengan de manera distinta a lo que se hacía y esa es una apuesta muy mala para la sociedad mexicana; estamos desatendiendo un sector estratégico para el país, señaló José Antonio Pérez Islas, coordinador del Seminario de Investigación en Juventud de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Por su parte, Luis Gregorio Sosa Grajales, académico e investigador de la Universidad Iberoamericana, señaló que la generación que hoy es joven ha cambiado respecto de la anterior: tiene capacidad de reflexión y de crítica. Es tan diversa que no se deja llevar, aseguró.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desempleo juvenil en México es de 9.7 por ciento. Al cierre de 2012 más de un millón 308 mil mexicanos de 14 a 29 años que carecían de trabajo, reportó la encuesta nacional de ocupación y empleo, dicha cifra representó 52.5 por ciento del total de desempleados en el país.
Además, según un estudio realizado en 2010 por la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP, del total de chicos que laboran, cerca de 50 por ciento perciben de uno a tres salarios mínimos y 14.5 ganan menos de uno, a 11.7 le pagan más de cinco. Hay que agregar que 56.7 por ciento carecen de prestaciones de ley.
Para Pérez Islas, hoy los jóvenes mexicanos no llegan a ser verdaderos adultos por falta de empleos con ingresos que los ayuden a ser autónomos, imposibilidad para contar con estabilidad y perspectivas de crecimiento, dificultades para independizarse y nulas oportunidades para comparar y mantener su propio hogar. Y es que apenas 5.6 por ciento de los jóvenes de entre 12 y 29 años viven solos, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Juventud (Instituto Mexicano de la Juventud, 2010).


® Derechos Reservados. Originalmente publicado en La Jornada