lunes, 17 de febrero de 2014

La cultura pop como fuente de conocimiento. Cuando los superhéroes ayudan a la educación...

Por Luis Gregorio Sosa Grajales

Un elemento innegable que caracteriza nuestros días, aparte de la revolución en las tecnologías digitales, es el boom de ciertos productos culturales destinados al entretenimiento masivo, como las cintas de superhéroes. Año tras año, decenas de estas obras, muchas de las cuales abordan temáticas controvertidas actuales (potencialmente explotables en la academia) llegan a las y los jóvenes a través del cine, la literatura, la música y el Internet. Mi duda es: ¿nada de esto puede rescatarse y ser utilizado en las aulas?, ¿nada de esto tiene potencial o un valor educativo que deba aprovecharse? Me parece que aún no hemos considerado todas las posibilidades que estos recursos nos ofrecen.

Hace un par de años, un colega me preguntó qué representaba la máscara de Guy Fawkes que utiliza el grupo de hackers Anonymous, y que han portado cientos de jóvenes durante las diversas movilizaciones sociales de los últimos años. “¿Tienen algún ‘simbolismo oculto’ esos antifaces?”, cuestionada, “¿a qué debemos su uso? Yo creo que es un doble discurso, pero espero tú puedas responderme eso”. Y remató: “Eres joven y debes saberlo. Y la verdad, que me da pena preguntarle a mis alumnos”. Sonriente, le respondí que no existía ningún simbolismo escondido, ni teoría de la conspiración. En realidad, la respuesta era más simple de lo que parecía…
El uso de la máscara de este personaje británico por miles de jóvenes durante manifestaciones políticas recientes y por el grupo de ciberactivistas Anonymous, se debe un referente cinematográfico muy popular de los últimos años: V, anárquico protagonista de la cinta V for Vendetta (basada en el comic de Alan Moore), se ha convertido en un referente de insurrección e ícono del “poder del pueblo sobre los gobiernos” para las nuevas generaciones. Esa es la razón de su uso, le señalaba a mi decepcionado colega: la máscara de V, es usada como un símbolo por la juventud, un referente que, aunque representa la anarquía y el combate a la opresión, proviene del cine comercial.
Y es que al igual que esta popular película de 2006, todos los años diversos filmes (por no citar libros, canciones, historietas y otras expresiones de la cultura actual, como los memes), contienen referencias que podrían ser utilizadas con fines educativos o instruccionales, y que sin duda, serían de gran ayuda para que muchos profesores motiven la discusión y el debate entre sus estudiantes con referentes que les son próximos (el ya conocido aprendizaje situado) ¿O acaso los dilemas morales que sugieren cintas como Avatar (2009) y The Dark Knight (2008) no darían pie a una interesante reflexión sobre la ética y los valores en la sociedad actual? Si filósofos contemporáneos como Slavoj Ẑiẑek ven en estas cintas una fuente inagotable de discusión (Living in the end times, 2012), ¿por qué muchos de nosotros nos negamos a utilizar estos referentes en las aulas?
La respuesta quizás es simple: por el esnobismo que se gesta al creer que existe una cultura superior (representada por el conocimiento que proviene de la ciencia y la academia), en la cual la cultura popular (el saber popular, el conocimiento cotidiano) no tiene cabida por ser superflua y banal, una especie de clasismo del conocimiento. Y la verdad, no hay nada más equivocado que ese concepto.
Los productos culturales de entretenimiento masivo ofrecen una amplia gama de recursos esperando ser explotado en las aulas por los docentes. Filmes, libros, canciones, manifestaciones culturales y artísticas del internet, incluso videojuegos, son fuente inagotable de recursos esperando ser capitalizados en los centros escolares.
Con lo anterior, tampoco digo que los profesores tienen el deber u obligación de consumir todo aquello a lo que tienen acceso sus estudiantes: no se trata de ir de un extremo al otro. Tampoco pretendo afirmar que el conocimiento obtenido desde la cultura popular es universalista: al contrario, este siempre debe situarse, pues al surgir desde las artes (las cuales están plagadas de la o las ideologías de los autores) no se puede utilizar como un referente moral. Lo que sí trato de enfatizar es que, desde la escuela, debemos combatir el mito que nos dice que en la cultura popular “no existe conocimiento alguno”, mucho menos saber que pueda ser rescatado con fines académicos. Todas las expresiones de la cultura pueden utilizarse para el desarrollo del conocimiento, y si estas expresiones nos sirven como referentes para lograr aprendizajes, tendrán quizás un valor agregado. Hoy por hoy, considero que no existen “culturas o conocimiento superior, con lo bueno y lo malo que eso implica.
Ya antes he sostenido que uno de los cánceres más fuertes de la educación actual, es la creencia (ampliamente aceptada y expandida) de que la ‘mejor forma de enseñar, es aquella en la que fuimos instruidos, pues esta ideología no solo pasa por alto el saber propio de los estudiantes y la forma en la que estos (fuera del ambiente escolar) construyen o adquieren el conocimiento, sino también sus referentes culturales, su creatividad personal, e incluso sus propios intereses. Acompañando a este síndrome, viene el ya conocido síntoma de caricaturizar a los jóvenes como entes carentes de creatividad, imaginación e ingenio, zombis faltos de interés y motivaciones, cuando quizás somos nosotros los que producimos tales situaciones. Tal vez sea hora de que dejemos el debate estéril sobre lo que es “bueno y malo” para los estudiantes, y explotemos las potencialidades que el conocimiento, surja de donde surja, nos puede ofrecer. Con un poco de suerte, hasta Superman o el Hombre Araña podrían ayudarnos en esa tarea.

* Publicado por Cultura Educativa. La imagen del Hombre ArañaÒ es propiedad de Sony Pictures.

No hay comentarios:

Publicar un comentario