viernes, 28 de agosto de 2015

Sobre las crisis en Redes Sociales…

En contraste con los medios masivos tradicionales, como la radio y la televisión (cuya principal virtud es la transmisión masiva de información vertical, rígida y centralizada, controlada por un pequeño grupo o minoría), las Redes Sociales de Internet representan un modelo horizontal y no jerárquico de transmisión de contenidos, en el que participan una gran cantidad de personas sin ninguna estructura de control. Por esta razón, intentar establecer modelos, parámetros o reglas para predecir o regular el comportamiento que tendrán los fenómenos comunicativos propios de estos espacios (tal es el caso de las crisis que involucran, benefician o perjudican a individuos, grupos u organizaciones), resulta poco funcional y en muchos casos, contradictorio. Sin embargo, algunos sucesos recientes y el estudio científico de las Redes Sociales desde diversas disciplinas, nos permiten sugerir (de manera preliminar) algunas claves o pistas que contribuyen a la comprensión, análisis y atención de estos fenómenos.

El primero, y quizás más importante de los puntos que debemos establecer sobre las crisis en redes sociales, es que ningún incidente que se produzca en estos espacios virtuales será parecido al anterior. Cada una de las crisis que involucra a individuos, grupos u organizaciones en estos espacios digitales, se origina por una serie de condiciones diversas (ya sean sociales, políticas, culturales, económicas y educativas) que interactúan entre sí de manera propia. Mutan, se transforman o evolucionan de acuerdo dinámicas y patrones que es imposible de predecir del todo.
Con facilidad, podemos afirmar que cada crisis que se produce en las redes sociales, de una forma u otra, posee una personalidad propia. Por ende, este tipo de fenómenos mediáticos son difíciles de contener (salvo que se cuente con una gran cantidad de recursos o una presencia afianzada en estos espacios), su impacto resulta imposible de determinar (un hecho o incidente cuyo impacto parece que durará días, repercute apenas unas horas; otro incidente que parece menor, termina afecta durante semanas la imagen de un individuo u organización), y su resolución en la mayoría de los casos, no es pronta ni eficaz. Dicho de otra forma, no existen recetas mágicas para dar atención de manera generalizada a estas crisis.
Otro de los puntos importantes a destacar, es que los especialistas y/o titulares de comunicación social, institucional o personal de individuos, grupos y organizaciones, deben ser conscientes que las redes sociales poseen una dinámica de comunicación propia, y que estas no funcionan bajo esquemas lineales, centralizados, verticales o rígidos, como la televisión, la radio o la prensa escrita. Los comunicados de prensa, boletines y declaraciones oficiales pierden su impacto ante la inmediatez, prontitud y saciedad de la información propia de estos entornos virtuales.
Todo lo anterior representa un cambio paradigmático, al pasar de un esquema de comunicación institucionalizada (vertical, pragmático, informativo y unidireccional) a la dinámica comunicativa reactiva y desregulada propia de Internet y las redes sociales. Esto, sin lugar a dudas, significa un reto en materia de estilos de comunicación al que sujetos y organizaciones deben hacer frente. Pues como sugiere la investigación actual, entre más centralizada y rígida sea la comunicación por parte de instituciones o gobiernos, menos compatible será con el carácter horizontal y no jerárquico de las redes sociales, que incluyen interacción, comentarios, libertad de opiniones y posturas, e incluso, una franca oposición a las ideas expuestas (Martel, 2014; Sosa, 2015).
En este nuevo paradigma de comunicación propio del internet y las redes sociales, el tiempo juega un papel fundamental respecto al impacto (positivo o negativo) que puede tener una crisis en las redes sociales para una persona, marca o institución. La investigación realizada por Martel (2014) sobre estos medios digitales, claramente evidencia que las organizaciones centralizadas de todo el planeta (gobiernos, corporaciones o grupos ideológicos) tienen serias dificultades a la hora de solucionar los problemas que las afectan desde las redes sociales. Y es que en la dinámica propia de estos espacios virtuales (donde la creatividad, el dinamismo, la espontaneidad, la participación y la independencia de criterio son clave para crear un vínculo con los usuarios), resulta imposible esperar a que se produzcan pronunciamientos o comunicados oficiales, y que a través de estos, se dé por terminada una crisis o fenómeno originado en las redes. Por lo general, “la respuesta oficial” llega después de la vorágine comunicativa, y ya que existen estragos significativos para la marca u organización.
El aprovechamiento del tiempo tras la detección de un incidente que derivará en una crisis en las redes, consiste en la identificación de causas, actores, implicaciones y efectos (a corto y mediano plazo), así como una determinación de líneas inmediatas de acción por parte de los sujetos y/u organizaciones implicadas. Esta ‘contención primaria’ ante una eventual fase de buzz (ruido) informativo, deberá ser ponderada por los participantes, pues algunos incidentes requerirán mayor atención que otros.
Se recomienda nunca (por ningún motivo) ignorar un eventual incidente que pueda conducir a una crisis en redes sociales. La falta de reacción y el desaprovechamiento del tiempo ante una crisis potencial, por lo general produce un efecto ‘bola de nieve’, que a la larga producirá impactos prolongados y duraderos sobre la imagen de individuos, marcas u organizaciones. Como lo han mostrado diversos casos en años recientes, una crisis en redes sociales, ya sea manipulada, fabricada u originada través de incidentes reales, deja una huella profunda e imborrable.
Por esta razón, la última recomendación preliminar que se sugiere para que individuos u organizaciones actúen ante una eventual crisis de este tipo, representa también un cambio paradigmático frente a los esquemas tradicionales de comunicación institucionalizada: la respuesta de parte de los involucrados en la crisis, deberá ser siempre transparente, personal y deberá apelar a la comprensión de la sociedad en general.
Sumado a la pérdida de tiempo y la falta de acciones contundentes durante el buzz informativo, la receta perfecta para que una crisis en medios digitales produzca efectos catastróficos y duraderos, incluye la negación, manipulación o desconocimiento de los hechos de lado de los involucrados. Pues como destaca el BID, la manera más eficaz para combatir este tipo de crisis –sobre todo si ya es conocida por un amplio sector de usuarios en Internet– consiste en actuar de forma directa y transparente.
De acuerdo con datos de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), 51% de los mexicanos (53.9 millones de personas) cuentan con acceso a Internet, y de ellos, 91% son usuarios activos en redes sociales. Alrededor del planeta, la cifra de internautas también continúa en ascenso, y según reporta la UNESCO (2014), se espera que más de 5 mil millones de personas en el mundo cuenten con acceso a la red para 2020. Este aumento en la conectividad global, ha sido posible gracias a la revolución de las tecnologías móviles, y de acuerdo con AMIPCI, este fenómeno se produce igualmente en nuestro país.
Ante esta nueva dinámica de comunicación digital que revoluciona el entorno local y global, es necesaria una reconfiguración en los medios y formas de comunicación de sujetos, instituciones y organizaciones. El reto, ante esta realidad, consiste en reconocer que (en sus marcos de diversidad, pluralismo, horizontalidad y descentralismo) Internet y las redes sociales abren la puerta para que se lleven a cabo múltiples lecturas de un mismo hecho o información, lo cual de acuerdo a los esquemas contemporáneos, las hace igualmente válidas y reales. Nos guste o no, debemos ser respetuosos de esa dinámica, ya que hace posible una mayor interacción, diálogo, participación y pluralidad en nuestras sociedades.


Fuentes:
-Banco Interamericano de Desarrollo, consultado el 21 de mayo de 2015, disponible en: http://www.iadb.org/es/banco-interamericano-de-desarrollo,2837.html
-ComScore. Futuro Digital — México 2012, consultado el 21 de mayo de 2015, disponible en: http://www.comscore.com/lat/
-Del Prado, R. coord. (2014) Etica y redes sociales. México: Tirant LoBlanch.
-IAB México y Millward Brown. Estudio de consumo de medios y dispositivos entre internautas mexicanos, 7ª edición, consultado el 21 de mayo de 2015, disponible en: http://www.iabmexico.com/consumo-medios-dispositivos-internautas
-Martel, F. (2014) Smart. Internet (s): la investigación. México: Taurus.
-Sosa, L. Sobre la Tecnofobia. México, consultado el 22 de mayo de 2015, disponible en: https://medium.com/@luisgregorio/sobre-la-tecnofobia-f7186775e0ed
-SinEmbargo.Mex. La PROFEPA investigará origen del jaguar en el video del Cumbres, consultado el 21 de mayo de 2015, disponible en:http://www.sinembargo.mx/27-04-2015/1324234
-UNESCO (2014) Serie de documentos de trabajo de la UNESCO sobre aprendizaje móvil. Francia: UNESCO.

miércoles, 21 de enero de 2015

Sobre el Compromiso...

Odiamos el compromiso. Con temor veo que la profecía de Lipovetsky y muchos otros acerca de que el hedonismo, el egoísmo y la eterna búsqueda del placer narcisista están aniquilando el compromiso generalizado por las grandes cosas, es más que nunca un hecho comprobable. Sin embargo, con temor aún mayor veo que esa aversión por el compromiso no es reflejo de un amor exacerbado hacia nosotros mismos: más bien se trata de lo poco que practicamos este valor, empezando por el que deberíamos tener hacia nuestra persona.
Hasta hace poco, existía la creencia generalizada de que nadie, con un poco de sentido común y autoestima, quería envenenar el aire que respira, eliminar al amigo que admira, destruir una relación a la que aspira, o dejar en cenizas a la sociedad y economía que lo sostenía. Quien lo hacía, era debido ideas suicidas, autodestructivas o tantas otras psicopatologías.
Sin sonar anticapitalista, creo que vivir en una sociedad basada en el consumo ha vencido esa premisa: percibir las cosas que existen en la realidad como un bien, un servicio, un objeto consumible, desechable y renovable al que podemos acceder, ha atrofiado el valor de la responsabilidad (madre del compromiso) que tenemos de casi todo. Hoy en día, muchas personas actúan como si tuviéramos un mundo más para vivir cuando este se termine, que los amigos y las relaciones son un servicio material que podemos utilizar y desechar, que la sociedad, la economía o el gobierno se transformarán si hago un cambio en mis preferencias de consumo (el voto). La vida a la carta que sentenciaba Lipovetsky, donde todo y todos somos objetos de consumo, y no hay nada más erróneo que esto.
La falta de compromiso por las cosas surge (y se alimenta) de un imaginario social donde todo es accesible, renovable, efímero, auto-satisfactorio e inmediato. Ya nada es para siempre, no hay proyectos a largo plazo, todo siempre debe renovarse, moverse, transformarse, incluso nosotros mismos. Lo que permanece está outdemodéYOLO. Renuévate una y mil veces, luego muere, pero nunca permanezcas.
La falta de compromiso por nosotros mismos surge como reflejo de estas circunstancias: transformarnos en algo efímero, destinado a caducar, que cada cierto tiempo debe renovarse para no extinguirse; nos encerramos en el círculo vicioso del cambio permanente y constante, en detrimento de comprometernos con algo mayúsculo que hará posible la gran renovación, aquella que generará transformaciones equivalentes dentro del sistema. Porque solo el compromiso por nosotros mismos generará cambios que, eventualmente incidirán en nuestras relaciones, familia, la sociedad y el planeta en sí. No viceversa.
Y es que no podemos decirnos comprometidos con algo (ideales, relaciones, personas, el mundo), si en primera instancia no lo hemos hecho con nuestra persona. En esa misma lógica, tampoco podemos exigirle compromiso a otro u otros, cuando vamos por el mundo sin la menor responsabilidad por nadie ni nada.
Y lo sé, esto último puede doler. Desde hace algunas semanas, busqué consolidar un compromiso con una persona a la que aprecio, cuando ni siquiera yo estaba cuidando mis propios compromisos. Epic fail.
Hoy por la noche, antes de ir a la cama, creo que pensaré en mis compromisos actuales. Aquellos relacionados con mi familia, amigos, mi actual empleo, mis metas, y sobre todo, conmigo mismo. Los resultados quizás sean menos divertidos de lo que creo, pero al menos, serán muy útiles para mi vida. Eso es lo que más importa ahora, después regresaré a rescatar al mundo.
Deséenme suerte.

martes, 22 de julio de 2014

Los límites de las Redes Sociales

Por Luis Gregorio Sosa Grajales en co-autoría con Pedro Flores Crespo (UAQ)

En el artículo anterior de Campus sostuvimos que las Redes Sociales (RS) representaban una oportunidad para el aprendizaje más que un riesgo. Esta valoración fue compartida por algunos de los lectores, sin embargo, no concedieron y con buen tino, nos cuestionaron sobre los límites de estos medios de comunicación. En atención a su lectura crítica, en este ocasión abordaremos algunas desventajas de las RS.

En primer lugar, valdría la pena recordar que la llegada de cualquier recurso tecnológico que atrae el tiempo y la atención de las personas es, en principio, satanizado. Así le pasó a la televisión en su momento. Se decía que la TV iba a tener un impacto negativo en el plano social y psicológico. Pero el recurso tecnológico, por sí solo, no genera trastornos. Es el uso que se le da a ese recurso el que puede llegar tanto a afectar como a entretener.
Un riesgo más real relacionado con las RS es la pérdida de la privacidad y la sobreexposición mediática de los individuos. En este caso, vale la pena decir que el uso de las RS implican una ineludible responsabilidad individual y social. Lo que publiquemos en Facebook, compartamos en Twitter e intercambiemos depende de cada uno de nosotros. ¿Cuento con la información necesaria para saber qué consecuencias tiene entrar de lleno a las RS? ¿Estoy dispuesto a sacrificar parte de mi privacidad para ser parte de estos espacios virtuales? ¿Las RS son sólo para adultos? ¿Confiamos en los jóvenes como seres responsables o sólo los vemos como seres incapacitados de discernir qué vale o no la pena? ¿Qué posición tiene la Secretaría de Educación Pública (SEP) al respecto?
En el tema de la privacidad, reconocemos que existen graves riesgos a pesar de que muchas compañías y grupos propietarios de las RS han afianzado sus cláusulas de seguridad. Es difícil saber a ciencia cierta quién está “del otro lado” y esto puede causar una desventaja real, el cual, puede prevenirse a través de diversas acciones. ¿Qué acciones? Habrá que establecer algunos límites a la sobreexposición mediática de las personas. Como padres de familia, docentes y sociedad, se pueden establecer normas o acuerdos sobre la información que se publica, la frecuencia con la que se dan a conocer estos datos y el riesgo de publicar contenidos que comprometan la integridad física. El simple hecho de publicar selfies (autorretratos) de manera indiscriminada puede ser interpretado como una falta de autoestima, lo cual puede ser aprovechado para tratar de manipular a las personas y torcer la utilidad de las RS.
Otro riesgo que advertimos es el mal uso y abuso en la utilización de estos recursos tecnológicos. Pero esto debe verse desde dos ángulos. Desde el ámbito personal —el joven que utiliza en clase su smart phone para conectarse a feis o hacer memes— y desde el ámbito gubernamental. No pocos políticos asumen que la “innovación educativa” significa hacer todo con laps, pizarrones electrónicos y la Internet. En materia educativa, éste es quizás el riesgo mayor: anteponer las RS a los actores y por encima de los fines educativos. En corto: poner los “bueyes detrás de la carreta”.
Asimismo, las RS no pueden suplir la labor del docente, aunque sí la transforman radicalmente. Cuando no se contaba con tantos recursos informáticos, el maestro y el libro de texto gratuito eran las fuentes casi únicas de información, ahora ya no, y esto se debe a la creatividad y multiplicidad de recursos que tanto el docente como el estudiante tendrán que conocer y examinar para asignarle un valor en términos de aprendizaje y desarrollo intelectual. En este sentido, podríamos recordar el caso de la adolescente Paloma Noyola —la mal llamada, Niña Steve Jobs— cuyo destacado aprovechamiento escolar se debió a que su maestro, Sergio Juárez, buscó nuevas técnicas para aprender matemáticas y las encontró en las propuestas del profesor Sugata Mitra, profesor de tecnología educativa de la Universidad de Newcastle en Inglaterra. ¿Hubiera podido el maestro Juárez tener acceso a los aportes de Mitra sin la Internet?
Para terminar, quisiéramos señalar que pese a los riesgos aquí descritos, la prohibición del uso de las RS no parece ser la mejor decisión. Censurar el acceso a estos recursos informáticos podría llevar, paradójicamente, a la clandestinidad y entonces si, los peligros que advertimos podrían incrementarse en perjuicio mayor de los más jóvenes. Falta mucho por decirse sobre las Redes Sociales. Los riesgos que hemos mencionado difícilmente serán los únicos. Ante lo cambiante de estos espacios y las “mutaciones sociales” que constantemente producen, es seguro que surgirán nuevas áreas de conflicto y todos —padres, docentes y autoridades educativas— debemos estar atentos para reaccionar y aprovechar su potencial educativo y social. Tenemos, ante el inminente riesgo, la oportunidad de tender puentes con las generaciones más jóvenes y aprender de manera colectiva.

Originalmente publicado en Milenio (Campus)

miércoles, 18 de junio de 2014

Redes sociales: ¿riesgo u oportunidad para el aprendizaje?

Por Luis Gregorio Sosa Grajales en co-autoría con Pedro Flores Crespo (UAQ)

¿Cuántas veces ha hablado con sus hijos sobre el tema de las Redes Sociales (RS)? ¿Cuántas veces le ha preguntado a sus estudiantes sobre las principales actividades que llevan a cabo en Facebook, Twitter o qué tipo de vídeos ven en YouTube? ¿Qué tan seguido le ha pedido a los estudiantes que usen Facebook o Twitter para las actividades escolares o en beneficio de su aprendizaje?

A través de las RS nos comunicamos, vinculamos y conocemos personas con quien compartimos intereses, aficiones o ideologías. Representan un cambio social y comunicativo acentuado; sin embargo, debido a lo repentino y acelerado de las transformaciones producidas por estos entornos virtuales, persisten dudas sobre las posibilidades, alternativas y riesgos que brindan estas plataformas digitales. ¿Por qué hay cierto rechazo hacia el uso de las RS?

Por un lado la carencia de habilidades tecnológicas (como el Lenguaje Tecnológico al que se hizo referencia en “TIC: Tiempo de ruptura”; Campus No.231), puede acentuar los prejuicios sobre las RS. “Critico lo que desconozco”.
Por otro lado, existe una fuerte dosis de desinformación, derivada de la tensión entre los mass media(sobre todo la televisión) y las RS. Los mitos, prejuicios y falsas concepciones auspiciados por la TV van desde noticias sensacionalistas sobre secuestros que tuvieron lugar gracias a Facebook o verdades a medias sobre conductas que llevan a cabo los jóvenes en redes como Twitter o Vine. Aquí el problema no es la carencia de habilidades, sino la desinformación y tergiversación que los medios masivos de comunicación hacen sobre las RS.
Mientras la disputa por el espacio comunicativo crece, el universo virtual está dominado por los jóvenes cuyo mundo se aparta de los códigos tradicionales de los adultos, quienes en ocasiones se acercan a las RS, pero con mucha resistencia y lentamente. Pareciera que en las RS los ausentes son padres de familia, profesores y directivos escolares y autoridades educativas. ¿Nos convendrá alejarnos de estos espacios y cuestionarlos sin mayor reflexión? En las RS, la juventud expresa libremente sus ideas, deseos y pensamientos, además de sus miedos, dudas, inquietudes y principales incertidumbres. Problemas cotidianos de la vida escolar y juvenil pueden estarse ventilando en las RS, sin que nadie les ponga la atención adecuada y en el peor de los casos, se ha prohibido el uso de estos recursos de información y comunicación. Con esto, quizás estemos cancelendo la posibilidad de un diálogo franco con una generación distinta. 
¿Realmente es eficaz la recomendación de que los jóvenes abandonen esos espacios virtuales ? Sorprende, por ejemplo, que se ligue automáticamente el uso de las RS con problemas de conducta, situaciones de riesgo o dificultades de aprovechamiento, aún cuando se ha comprobado que estos entornos virtuales potencian capacidades creativas y de innovación en los jóvenes. La creación de memes, por ejemplo, o el fenómeno de los vloggers y viners, son sólo uno de tantos ejemplos: ¿o acaso ya se olvidó cuál fue el primer medio de expresión y movilización política utilizado por los Indignados en España, el movimiento #Occupy en Estados Unidos o el #MásDe131 y YoSoy132 en México?
Las Redes Sociales representan una extensión de la vida de las personas; permiten explorar espacios de nuestra personalidad y hacen más sencilla la comunicación e interacción social. Restringirlas o limitarlas, equivale a cerrar los ojos ante una parte importante en la vida de miles de jóvenes.
Tratar de resolver los problemas de la juventud sin escucharlos es poco factible. Las RS constituyen foros donde las y los jóvenes se expresan sin muchos límites ni ataduras y representan entonces un buen espacio para conocer sus miedos, angustias y preocupaciones, así como sus aspiraciones e ideas. Por ello, sugerimos dejar de lado el prejuicio y perderle el miedo a tener una comunicación franca y directa con los jóvenes sobre Facebook y Twitter. Por ejemplo, se les podría pedir que nos expliquen cómo funcionan o qué aspectos del trabajo escolar puede realizarse mejor si utilizamos estos recursos tecnológicos. En ello, quizás no sólo comprendemos una herramienta tecnológica innovadora, sino que también podríamos afianzar vínculos intergeneracionales con los más jóvenes, aprender juntos un tema fascinante e inacabado y repensar nuestra papel de profesores o padres de familia. Las RS son una oportunidad para el aprendizaje colectivo.

Originalmente publicado en Milenio (Campus).

Basta ya de diagnósticos: es hora de actuar

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

¿Cuál es el problema más fuerte que vive la educación en nuestros días?, ¿la insuficiencia de los presupuestos?, ¿la mala calidad de los aprendizajes y la deficiente formación de los maestros?, ¿la corrupción y la politiquería magisterial?, ¿la pérdida gradual del sentido educativo?, ¿la crisis y la carencia de empleos? Pero, ¿qué tal si existe otro componente más? Y no hablo de la falta de interés de la sociedad, me refiero a la excesiva necesidad de buscar y señalar los problemas en vez de poner manos a la obra y actuar. Porque poniendo el dedo varias veces en el renglón, ningún dilema se resolverá.

Camino por la mañana hacia una escuela rural. El calor es fuerte, el sol pica mi piel mientras circulo por un tramo polvoriento, sin ninguna sombra a la vista, en una comunidad donde reina la pobreza y el abandono. Aquí poco importan los indicadores perfectamente construidos, las siempre pensadas recomendaciones de organizaciones civiles; mucho menos las buenas intenciones de políticos, o las reformas que se cocinan en las grandes capitales. Aquí lo que importante es hacer bien el trabajo, con lo poco que se tiene. Porque ese poco, significa mucho para muchos.
Platico por horas con el grupo de profesores que visité. Hablamos de sus problemas diarios, sus inquietudes, sobre cómo pinta el panorama para ellos. No pude contener una inquietud personal, y les pregunto por el valor y la utilidad que les han dejado los múltiples esfuerzos que asociaciones civiles y no gubernamentales, institutos, colegios y universidades, llevan a cabo para cartografiar cada centímetro de la extensa problemática educativa mexicana. La respuesta fue lapidaria. “No nos hacen falta diagnósticos”, responden: “la enfermedad ya la conocemos, la vivimos. Necesitamos la medicina, pero esa nomás no la vemos”.
Creo que allí muere la demagogia de cualquier discurso, pues no hay nada más cierto que eso. Los profesores que viven día con día cada uno de estos dilemas, en el campo y en la ciudad, no requieren recetas encapsuladas a manera de soluciones. Requieren acciones directas, y las necesitan pronto.
Pues más allá de las buenas intenciones con las que surgen, los diagnósticos que describen la naturaleza, dimensiones y riesgos de los problemas educativos nacionales, de nada sirven si no vienen acompañadas de acciones concretas que incidan directo sobre los fenómenos, a la par de que son estudiados.
Sin embargo, la mayoría de estas organizaciones pronto (y muy eficazmente) delegan dichas acciones al Estado, recordándole su responsabilidad constitucional de impartir educación laica, gratuita, obligatoria y de calidad para todos. Qué fácil. Como si no supiéramos que el gobierno mexicano se encuentra rebasado en su capacidad de atender no solo las problemáticas educativas, sino además, las demandas sociales, de salud, de vivienda, de alimentación, de economía y de seguridad.
¿Por qué no gastar los 10 o 100 millones de pesos que cuesta otro profundísimo diagnóstico, en acciones directas que incidan sobre la realidad educativa?, ¿acaso eso no es también ineficacia en la inversión de recursos: gastar en algo que ya se hizo? Creo firmemente que no pasar a la acción, en buena medida es herencia de la investigación educativa, en su más férrea tradición por describir, analizar y estudiar las cosas de por vida, desde lejitos y sin actuar. Estimadas asociaciones y colectivos: ¿por qué no seguir el ejemplo de aquellos pocos que sí hacen investigación-acción? Estimados colegas: ¿por qué no vivir las ideas de Freire y otros tantos? Quizás es porque suenan bonito en las páginas de un texto, y feas al momento de actuar. Porque actuar es innovar, y a eso pocos se arriesgan.
Ninguna organización o institución tiene el poder o la capacidad para exigir despidos, pedir transparencia y renuncias, decir en qué gastar el presupuesto, ni recomendar otras tantas soluciones, si su aporte a la educación de México, por enésima vez, es decirnos donde están los problemas con un bonito y muy bien impreso informe. Basta de utilizar el argumento que no existe “suficiente evidencia para avanzar y actuar”: esa es la principal causa de que muchos problemas sigan igual.
El reto es grande”, dicen algunos: pues es hora de poner en marcha soluciones equivalentes. Que no les gane el miedo por salir, cambiar las cosas, e innovar. Quizás y con eso, tenemos un tema distinto del cual hablar en nuestros futuros diagnósticos. ¿A poco no?

Originalmente publicado en Cultura Educativa.

miércoles, 16 de abril de 2014

Los marginados digitales

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*
Dedicado al Dr. Javier Prado Galán, un amigo y un maestro.

Desde hace más de una década, la discusión educativa y social se ha centrado en los nativos y migrantes digitales como protagonistas de la llamada Revolución Tecnológica. Sin embargo, estos grupos no son los únicos en nuestra realidad: existen grupos vulnerables desde el punto de vista tecnológico, que al no ser nombrados, son invisibilizados, descartados y/o negados. Los marginados digitales son el mejor ejemplo de este fenómeno.
El mundo actual sigue siendo un espacio de marginados digitales, más que de nativos o de migrantes. La exclusión tecnológica que persiste en la actualidad, es la principal razón de este fenómeno: las diferencias en el acceso a dispositivos y servicios digitales entre los grupos que integran a nuestras sociedades, se agudizan (como es común) con quienes menos tienen. Indígenas, migrantes, refugiados o quienes viven en contextos de alta marginación y pobreza, figuran entre los más afectados.
La profecía tecnofílica de que “los desconectados” irían desapareciendo conforme aumentara la demanda y bajaran los costos de producción de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), ha sucedido de una forma más lenta de lo anticipado: los dispositivos y servicios digitales más innovadores poco se han abaratado, dadas las prácticas monopólicas de la mayor parte de los fabricantes de hardware y software en el mundo. Lo que es peor: en muchos casos, la tecnología se ha vuelto una cuestión de élite, siendo el caso de los Smartphones uno de los más representativos. Si a esto sumamos que existen personas que no están interesadas en las TIC, ni en conectarse al mundo digital, se dibuja entonces un nuevo panorama para la discusión.
Pues seguir considerando como migrantes digitales a individuos o grupos que (por la falta de oportunidades o recursos para acceder a medios o sistemas tecnológicos) ni siquiera han tenido la posibilidad de adaptarse a las nuevas modalidades de interacción y comunicación digital, o que no están interesados en ser parte del mundo tecnológico, resulta ser un grave error.
Como se detalla en el estudio “El Lenguaje Tecnológico: un nuevo horizonte para el logro educativo y la inclusión social”, los marginados digitales son individuos y grupos sin oportunidades de desarrollar (de manera efectiva) competencias digitales necesarias en nuestros días. Su origen, como anteriormente se señala, puede ser diverso. La intención de discutir la categoría de la marginación digital, señala el estudio, no se relaciona con el interés estéril de “proponer más nomenclaturas” en el tema de las identidades digitales. Más bien, este esfuerzo pretende visibilizar y destacar la existencia de sujetos y comunidades que siguen siendo vulnerables desde el punto de vista tecnológico.
Y es que la brecha digital que produce esta marginalidad es, hoy por hoy, uno de los factores de exclusión (educativa y social) más riesgosos que existen, dado que limita la igualdad verdadera de oportunidades que puede desarrollar un sujeto, y su acceso a parte de la información y el conocimiento que se construye y comparte en el mundo contemporáneo. Esto último, teniendo en cuenta los sucesos de los últimos años (la Primavera del Jazmín, los Indignado, los Occupy o el movimiento #YoSoy132 en México), también puede llegar ser una limitante para que los individuos se expresen y hagan valer otros derechos, sean sociales o políticos.
Las personas que tenemos acceso a dispositivos y sistemas digitales somos privilegiados, pues poco menos de la mitad de los seres humanos del planeta tiene acceso real a las TIC que tanto disfrutamos. Ante la responsabilidad que este privilegio implica, todos podemos de alguna u otra manera, hacer que más gente acceda al contenido y los conocimientos que la tecnología nos brinda: compartir gadgets que ya no utilicemos, enseñarle por las tardes a nuestros padres o abuelos como utilizar los teléfonos celulares o computadoras, o abrir nuestras redes domésticas (quitándole la contraseña a nuestro wi-fi doméstico), son solo algunas de tantas acciones que podemos llevar a cabo para hacer más cercano el mundo tecnológico y sus beneficios a más personas que nosotros. En gran medida, también depende de ti disminuir el número de estos marginados.

* Originalmente publicado en Forbes México.

sábado, 15 de marzo de 2014

Ciencia ficción, modas y tendencias

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

Según cuenta la leyenda, hace apenas un par de décadas no había nada cool en la ciencia ficción. Quizás los más jóvenes no lo recuerdan, pero traer playeras de Star Wars o los X-Men, saberte de memoria las frases del Joker de Ledger y recitarlas cada que se puede, presumirle a tus amigos que acabas de leer un comic increíble, ser trekkie o un fan de Spielberg… Bueno, todo eso es bastante reciente.
Aun cuando la ciencia ficción ha tenido un fuerte impacto en la cultura de masas durante las últimas décadas (los filmes más taquilleros de los setenta y ochenta, por ejemplo, son fábulas del género: Star Wars y ET respectivamente), ésta se vio por mucho tiempo relegada a un mero asunto de niños y jóvenes. El género de la trivialidad, del infantilismo; la novela absurda para pequeños, una subespecie entre lo establecido.
Los orígenes del cliché se remontan a nacimiento mismo del sci-fi en la literatura. Varios escritores de este género de novelas (aun cuando sus obras se volvieron clásicos, fuentes de inspiración inagotada a la fecha), estaban convencidos que sus textos eran material de segunda. Literatura sub-especulativa, narrativa hueca que les abriría la puerta a mejores piezas, mejores relatos. Ya para el siglo XX, con la llegada y el boom del séptimo arte, la falsa idea llegó para quedarse: la ciencia ficción era simple y barata de producir, y por ende debía ser barata y burda en su contenido. Y así lo fue, salvo casos excepcionales, por más de siete décadas.
Cuenta la leyenda que Star Wars cambió las cosas. No lo veo de esa forma, pues confesarte amante del género durante los años subsecuentes al estreno de esta cinta y sus secuelas, no se volvió una práctica legitimada: no era el tópico por excelencia para hacer nuevos amigos en una fiesta, mucho menos platicar durante una buena borrachera. La ciencia ficción seguía siendo tema para nerds, geeks y otros marginados, esos que amaban las computadoras, los comics, la escuela, y todo aquello que no cuadraba con el resto del planeta. El máximo valor de la saga escrita por George Lucas fue, como si se tratara de un agricultor virtuoso, poner la semilla correcta en el momento y lugar adecuados, con la esperanza de que algún día, brotase el fruto que todos queríamos probar.
Y ese fruto eventualmente, vio la luz durante la década de los noventa. Sí, quizás algunos digan que la cosecha fue recogida por Cameron y su último Terminator, o por Spielberg en su Parque Jurásico. Aunque en realidad, el verdadero triunfador de estas conquistas alcanzadas fue la ciencia ficción en su calidad de género amplio. Gracias al avance tecnológico en materia de efectos visuales que se dio durante esta etapa, por fin se conquistó el anhelado sueño de revalorar la ciencia ficción, y catapultar un proceso de legitimación generalizada. Cualquier cosa imaginada, escrita, planteada o soñada, podría ahora trasladarse de manera efectiva a la gran pantalla, por complicada o difícil que fuera, y con la sola promesa de que el cine la haría llegar a todos los rincones del planeta. Los límites a partir de entonces fueron las ideas, y el género día con día iría cobrando mayor impacto y relevancia.
Porque los niños que crecieron con aquella saga galáctica de los setenta, ahora eran padres de familia que llevan a sus hijos a ver nuevas películas del género. Porque aquellos otros niños, los que crecieron viendo como los dinosaurios volvían a la vida en la era moderna, después se asombraron que nuestro mundo fuera la invención maquiavélica de unas máquinas. Porque los escritores de libros de ciencia ficción comprendieron el valor que el género ahora tenía, y se sentaron inspirados a escribir la siguiente gran novela que venderían como película. Porque los superhéroes llegaron, nos hicieron creer en ellos gracias a la magia de los efectos visuales, y salvaron el día.
Por todo esto, hablar de ciencia ficción dejo de ser tema de raros o de locos. Es parte insoslayable de la cultura moderna, elemento clave de nuestra narrativa. Ser geek y saber de sci-fi es cool a la fecha, una tendencia en la moda, en los hábitos del comportamiento y consumo de nuestros días. ¿Acaso saludar como Spock, con tu playera del raptor inteligente de Jurassic Park, mientras tu iPhone porta una funda de Iron-Man no te da estilo y pertenencia? Las implicaciones de la respuesta no nos invita a especular sobre la posmoderna fusión de las culturas, sino que nos empuja a la duda más simple y directa: ¿qué pasará cuando una tendencia se agote?
Alentándonos a la reflexión sobre el tema, Gilles Lipovetsky nos obsequió en su Imperio de lo Efimero una sepulcral sentencia: todas las modas se agotan con la misma fuerza y velocidad con la que surgieron. Y siendo honestos, no observo ningún elemento que me permita sugerir que, para este caso, dicha pauta se romperá.
Ya en la actualidad, las novelas, comics y cintas de sci-fi parece encontrarse en una crisis de la fórmula. Al mismo paso que los efectos especiales se vuelven más realistas, las ideas se agolpan, chocan entre sí, y se erosionan por el desgaste. La ciencia ficción está en crisis, y como nuestra economía, se encuentra en una profunda recesión. El infinito reciclaje, la extensión de las ideas o el plagio descarnado, son ya elementos diarios de un género que otrora se definió por su carencia de fronteras, de espacios o de límites claros. La idea es explotar lo más posible una fórmula redituable, dejando la forma, el contenido y la calidad en segundo plano. Y esa, amigos míos, será la razón por la que muchos en un futuro cercano, abandonarán esta moda pasajera por la ciencia ficción y volarán a nuevos horizontes.
Remitiéndome a un ejercicio clásico del género, y mirando a un futuro cercano y devastador, puedo advertir que en un par de años, conocer referencias sobre Star Wars, héroes de Marvel, viajes en el tiempo, robots y dinosaurios no será tan cool como es ahora. Entonces, amigos míos, la ciencia ficción volverá a ser tema de marginados e inadaptados. Que vueltas que da la vida.

® Derechos Reservados. Originalmente publicado por Revista Quatro.