sábado, 15 de marzo de 2014

Ciencia ficción, modas y tendencias

Por Luis Gregorio Sosa Grajales*

Según cuenta la leyenda, hace apenas un par de décadas no había nada cool en la ciencia ficción. Quizás los más jóvenes no lo recuerdan, pero traer playeras de Star Wars o los X-Men, saberte de memoria las frases del Joker de Ledger y recitarlas cada que se puede, presumirle a tus amigos que acabas de leer un comic increíble, ser trekkie o un fan de Spielberg… Bueno, todo eso es bastante reciente.
Aun cuando la ciencia ficción ha tenido un fuerte impacto en la cultura de masas durante las últimas décadas (los filmes más taquilleros de los setenta y ochenta, por ejemplo, son fábulas del género: Star Wars y ET respectivamente), ésta se vio por mucho tiempo relegada a un mero asunto de niños y jóvenes. El género de la trivialidad, del infantilismo; la novela absurda para pequeños, una subespecie entre lo establecido.
Los orígenes del cliché se remontan a nacimiento mismo del sci-fi en la literatura. Varios escritores de este género de novelas (aun cuando sus obras se volvieron clásicos, fuentes de inspiración inagotada a la fecha), estaban convencidos que sus textos eran material de segunda. Literatura sub-especulativa, narrativa hueca que les abriría la puerta a mejores piezas, mejores relatos. Ya para el siglo XX, con la llegada y el boom del séptimo arte, la falsa idea llegó para quedarse: la ciencia ficción era simple y barata de producir, y por ende debía ser barata y burda en su contenido. Y así lo fue, salvo casos excepcionales, por más de siete décadas.
Cuenta la leyenda que Star Wars cambió las cosas. No lo veo de esa forma, pues confesarte amante del género durante los años subsecuentes al estreno de esta cinta y sus secuelas, no se volvió una práctica legitimada: no era el tópico por excelencia para hacer nuevos amigos en una fiesta, mucho menos platicar durante una buena borrachera. La ciencia ficción seguía siendo tema para nerds, geeks y otros marginados, esos que amaban las computadoras, los comics, la escuela, y todo aquello que no cuadraba con el resto del planeta. El máximo valor de la saga escrita por George Lucas fue, como si se tratara de un agricultor virtuoso, poner la semilla correcta en el momento y lugar adecuados, con la esperanza de que algún día, brotase el fruto que todos queríamos probar.
Y ese fruto eventualmente, vio la luz durante la década de los noventa. Sí, quizás algunos digan que la cosecha fue recogida por Cameron y su último Terminator, o por Spielberg en su Parque Jurásico. Aunque en realidad, el verdadero triunfador de estas conquistas alcanzadas fue la ciencia ficción en su calidad de género amplio. Gracias al avance tecnológico en materia de efectos visuales que se dio durante esta etapa, por fin se conquistó el anhelado sueño de revalorar la ciencia ficción, y catapultar un proceso de legitimación generalizada. Cualquier cosa imaginada, escrita, planteada o soñada, podría ahora trasladarse de manera efectiva a la gran pantalla, por complicada o difícil que fuera, y con la sola promesa de que el cine la haría llegar a todos los rincones del planeta. Los límites a partir de entonces fueron las ideas, y el género día con día iría cobrando mayor impacto y relevancia.
Porque los niños que crecieron con aquella saga galáctica de los setenta, ahora eran padres de familia que llevan a sus hijos a ver nuevas películas del género. Porque aquellos otros niños, los que crecieron viendo como los dinosaurios volvían a la vida en la era moderna, después se asombraron que nuestro mundo fuera la invención maquiavélica de unas máquinas. Porque los escritores de libros de ciencia ficción comprendieron el valor que el género ahora tenía, y se sentaron inspirados a escribir la siguiente gran novela que venderían como película. Porque los superhéroes llegaron, nos hicieron creer en ellos gracias a la magia de los efectos visuales, y salvaron el día.
Por todo esto, hablar de ciencia ficción dejo de ser tema de raros o de locos. Es parte insoslayable de la cultura moderna, elemento clave de nuestra narrativa. Ser geek y saber de sci-fi es cool a la fecha, una tendencia en la moda, en los hábitos del comportamiento y consumo de nuestros días. ¿Acaso saludar como Spock, con tu playera del raptor inteligente de Jurassic Park, mientras tu iPhone porta una funda de Iron-Man no te da estilo y pertenencia? Las implicaciones de la respuesta no nos invita a especular sobre la posmoderna fusión de las culturas, sino que nos empuja a la duda más simple y directa: ¿qué pasará cuando una tendencia se agote?
Alentándonos a la reflexión sobre el tema, Gilles Lipovetsky nos obsequió en su Imperio de lo Efimero una sepulcral sentencia: todas las modas se agotan con la misma fuerza y velocidad con la que surgieron. Y siendo honestos, no observo ningún elemento que me permita sugerir que, para este caso, dicha pauta se romperá.
Ya en la actualidad, las novelas, comics y cintas de sci-fi parece encontrarse en una crisis de la fórmula. Al mismo paso que los efectos especiales se vuelven más realistas, las ideas se agolpan, chocan entre sí, y se erosionan por el desgaste. La ciencia ficción está en crisis, y como nuestra economía, se encuentra en una profunda recesión. El infinito reciclaje, la extensión de las ideas o el plagio descarnado, son ya elementos diarios de un género que otrora se definió por su carencia de fronteras, de espacios o de límites claros. La idea es explotar lo más posible una fórmula redituable, dejando la forma, el contenido y la calidad en segundo plano. Y esa, amigos míos, será la razón por la que muchos en un futuro cercano, abandonarán esta moda pasajera por la ciencia ficción y volarán a nuevos horizontes.
Remitiéndome a un ejercicio clásico del género, y mirando a un futuro cercano y devastador, puedo advertir que en un par de años, conocer referencias sobre Star Wars, héroes de Marvel, viajes en el tiempo, robots y dinosaurios no será tan cool como es ahora. Entonces, amigos míos, la ciencia ficción volverá a ser tema de marginados e inadaptados. Que vueltas que da la vida.

® Derechos Reservados. Originalmente publicado por Revista Quatro.

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