jueves, 26 de septiembre de 2013

Balcanizando la red: El riesgo de las leyes anti-Internet

El 18 de enero de 2012 asistimos a una protesta sin precedentes alrededor del mundo. Los usuarios de internet levantaron la voz y se opusieron al proyecto de ley SOPA (Stop Online Piracy Act) que   se buscaba aprobar en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Fue tanta la presión en la red (desde el apagón de Wikipedia hasta los millones de tweets y status en Facebook dedicados al tema) que la impopular minuta, junto con su hermana gemela PIPA (Protect IP Act), se tuvo que poner en el congelador. El principal promotor de esta propuesta, Lamar S. Smith, señaló que la ley sería revisada, y muchos de los grupos y empresas que la apoyaban tomaron pronta distancia. El poder social de la red se dejó sentir nuevamente; sin embargo, la pregunta que queda en el aire es cuánto tiempo más durará esto.

Y es que el florecimiento repentino de propuestas de ley que buscan la protección de contenidos con derechos de autor y el combate frontal a la piratería en diversos países del orbe, pareciera enfocarse más a limitar las capacidades de la red para la libre expresión de las ideas. De allí emana tanto la sospecha, como el peligro: ¿qué hay detrás de estas leyes, quiénes se beneficiarían de ellas y, sobre todo, cómo nos afectaría que proyectos como SOPA o PIPA sean aprobadas en un futuro cercano?

Las leyes anti-Internet: ¿quién gana y qué perdemos todos?
Durante el año pasado quedó demostrado (sobre todo vía las redes sociales) el poder social y   político que se puede gestar en Internet: laPrimavera del Jazmín, los indignados, los movimientos Occupy, el uso señalativo de Twitter… El mundo presenció el nacimiento de la consciencia social en la red, la metamorfosis del mayor escenario de entretenimiento del orbe al foro de expresión libre más grande y significativo de la historia.
Era sólo cuestión de tiempo antes de que cualquiera con poder viera en esto la gran amenaza. No aquella que viene disfrazada de terroristas árabes, economías asiáticas, inmigrantes invasores o narcotraficantes sanguinarios: más bien un peligro que es más realista y peligroso, y que en algunos casos usa solamente una laptop, una máscara de Guy Fawkes y una conexión WiFi. La libertad de expresión verdadera.
Y es que no se necesita ser un Mubarak o un Gadafi para darse cuenta de la amenaza que conlleva que los ciudadanos se expresen con entera libertad en la red. Basta y sobra con que seas Javier Duarte, y gobiernes Veracruz, para que busques espacios vacíos en la ley que te permitan balcanizar a Internet como foro de expresión, arremetiendo de paso contra todo aquel que represente un potencial peligro. Aunque, claro, desde un presunto marco legal.
Porque es allí donde radica el primer gran peligro de que se limite la red por medio de leyes que rayan en el absurdo absoluto: se pierde el espacio de expresión más libre que ha existido, todo ello bajo el argumento que enviarás ilegalmente una copia de The Dark Knight Rises a tus amigos en unos meses, o de que pondrás como fondo una canción de Arcade Fire en el video de tu cumpleaños, y que eso dejará en la bancarrota a los nobles artistas y a las siempre desinteresadas compañías que les financian. Nada es más ridículo ni más falso que eso.
El otro gran peligro viene de la mano del primero, y como si se tratara de un Big Brother orwelliano, toca los límites de lo grotesco: como muchos saben, una de las tantas (y francamente disparatadas) medidas se pudieron llevar a cabo si la SOPA o la PIPA se hubiesen aprobado hace algunos días, incluía el cierre de cuentas de correo, transferencia de archivos e información (tal es el caso de Dropbox) y el bloqueo del servicio de Internet por parte de los proveedores a particulares, en caso de encontrarse anomalías recurrentes, tales como el intercambio de material o datos protegidos, violaciones a derechos de autor, y todo aquello que no dejara una ganancia a los grandes conglomerados de tecno-entretenimiento americanos, como Disney, Apple o Warner.
Para lograr este siniestro objetivo, se llevaría a cabo un monitoreo preventivo permanente en la red por parte de las autoridades estadounidenses; monitoreo que no sólo representaba una flagrante violación a todos los derechos personales y de privacidad en línea, sino un espionaje franco e indiscriminado contra cada usuario de Internet. Era mantenernos siempre vigilados, puesto que mañana podríamos cometer el gran delito de descargar la nueva canción de Lady Gaga.
Y es que en el fondo, más que cazar a jóvenes que estuvieran compartiendo el último hit de The Strokes por medio de Megaupload o desarrollando el nuevo Jailbreak del iPhone, todo indica que ciertos intereses particulares se estaban previniendo contra una Primavera Árabe en Nueva York, o contra más chavos en las filas de Anonymous. Porque no olvidemos que Wikileaks tuvo lugar en la red, ni que en Twitter y Facebook muchos denuncian las incontables masacres que tienen lugar día a día en nuestro país, tanto por parte del crimen organizado como de las fuerzas armadas.
Es allí donde todo se ajusta: la idea de la libre expresión en Internet claramente le desagrada a más de un gobierno y a sus representantes, y ante ello, no hay nada mejor que trasladar el concepto bushiano de “guerra preventiva” a la red, utilizando las leyes para afectar tanto a los usuarios como al espacio donde éstos conviven. Tenga lugar esto en Estados Unidos o en México, Internet está en casi todos lados: la World War Web la pelearán los gobiernos contra los usuarios. Pues, como diría Maquiavelo, más que acabar con un viejo amigo, tratarán de matar a un nuevo enemigo.

Internet: espacio cultural y arena política
La historia todos la conocemos y la protagonizamos día con día. Internet es la herramienta comunicativa más dinámica de la historia, y con el tiempo se ha vuelto a tal grado parte de nuestra cotidianeidad, que muchos sencillamente ya no imaginan su vida sin ella. Porque Internet dejó de ser únicamente un espacio para acceder e intercambiar información, datos y contenidos diversos, y se ha vuelto un foro abierto, escenario virtual dinámico donde lo social se ha transferido a un grado insospechado. Y es que, con el paso
de los años, hemos empoderado a Internet como espacio cultural y arena política, a tal grado que muchos sencillamente ya no se sienten cómodos con la idea de que se gesten y reproduzcan ideas nuevas o revolucionarias en un espacio virtual que no pueden controlar.
Ante esto, los ataques desde contextos cercanos ya se han dejado sentir: crear nuevos impuestos al servicio, monitorear las actividades digitales de la población, censurar expresiones contrarias a gobiernos en turno bajo el previsible y ridículo argumento de terrorismo, y otros nuevos, como la ley Döring, se encuentran en el tintero. Sin embargo, todas ellos (incluidos la SOPA y la PIPA) han cedido ante un enemigo claro y común: nosotros, vía el ciberactivismo.
Internet, como escenario es (contrario a la televisión dominada por intereses de unos pocos), arena activa del pensamiento, la reflexión y la expresión de las ideas libres de todos. Y es claro que más de uno le tiene miedo a las ideas libres de la gran colectividad mundial.
Originalmente publicado en IBERO Revista de la Universidad Iberoamericana, No. 18 Feb-Mar 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario