Por Luis Gregorio Sosa
Grajales
- Corte A: Un hombre joven, no mayor de treinta años, experto en búsqueda y caza de talentos (head hunters) acude a una empresa local en Veracruz para brindar una pequeña conferencia. Aunque muchos salen convencidos de sus ideas, la realidad con la que se encontrarán es otra: en el área de trabajo de esta empresa, las universidades locales (tanto públicas como privadas) poco o nada promueven la figura de jóvenes emprendedores, autoempleo, promoción de talento, y otros conceptos relacionados con esta plática. Será una búsqueda larga.
- Corte B: Con base en un diagnóstico muy bien elaborado, un grupo de universitarios han desarrollado un proyecto social de amplio impacto, que beneficiará a una población significativa de niños y jóvenes. Para concretarlo, se acercan con algunos profesores y a la directora de su carrera; no obstante, la respuesta de estos es símil: no hay forma de obtener recursos para poner en marcha proyecto de los muchachos. Por sus tareas personales, ningún docente se propone en apoyar a los jóvenes para “cazar” algún posible candidato que invierta en esta idea. Para colmo, dado que ninguno es estudiante de posgrado, ni se encuentra adscrito como profesor a ninguna dependencia, no hay forma de acceder a recursos de Conacyt o alguna otra fundación local. El ánimo de los jóvenes se pierde con el tiempo. Algunos de ellos han decido migrar a otras entidades, llevándose con ellos lo que queda del proyecto.
- Corte C: Un grupo de académicos pertenecientes a una conocida universidad pública local, se ha propuesto actualizar los planes y programas de estudio de una licenciatura en su facultad, a fin de adaptarlos a las nuevas necesidades tanto científicas y disciplinares, como de perfiles requeridos en sus egresados por el mercado actual. Las figuras del emprendedurismo, empleabilidad y proyección del talento se contemplan entre sus metas. No obstante, y apenas dos meses después, este propósito se derrumba ante divisiones políticas dentro de la mencionada facultad, y la complejidad institucional por llevar a cabo cambios y mejoras en los planes y programas.
No soy experto en talento, mucho
menos un especialista en emprendedores. Mi tesis de grado no abordó este tema,
y los únicos acercamientos que tengo con el mismo, provienen de mi experiencia en
diseño y gestión de proyectos educativos, es decir, desde la perspectiva de un
emprendedor más. Muchos dirán que eso le da suficiencia a mis ideas, sin
embargo, quisiera enmarcarlas desde la informalidad, pues considero, estas líneas
no tienen como intención hacer teoría.
La tesis central que expongo
que resume en una línea: fuera de las grandes capitales, la figura de los
emprendedores en México está poco fortalecida. En algunas zonas, debido a la
complejidad social, económica y política, es nula o inexistente. Hablar de un emprendimiento o un proyecto de innovación en una universidad o con una empresa, resulta en la mayoría de los casos, extraño e incómodo. Para muchos, es más sencillo actuar desde esquemas establecidos, desde una zona de confort que ya han mostrado su valía al producir ingresos, que invertir o "arriesgar" su dinero en innovación. Si eres joven y nadie te conoce, la situación se pone peor.
La razón de
este fenómeno, se debe a la carencia de una idea: la falta de una cultura
compartida entre individuos y organizaciones (universidades y empresas)
respecto a que el emprendedurismo es una noble empresa: un área de oportunidad y
desarrollo que beneficia a todos los involucrados por igual.
Y es que poco se trabaja
formalmente este tema desde los centros de estudio, sobre desde la universidad
pública. No se trata de un afán de buscar culpables, pero son notorios los
problemas en materia de desarrollo, innovación, y por ende, en promoción y
proyección de talentos (entre sus egresados y estudiantes) que viven muchos
centros universitarios de la región y otras latitudes del país. Atrapadas entre
la administración, la excesiva burocracia y una pizca de estatismo y politiquería,
las casas de estudio se vuelven poderosas telarañas que atrapan y asfixian el talento
de cientos de jóvenes, en vez de transformar y/o invertir en sus ideas.
Para colmo, pocas
fundaciones e industrias que promueven la innovación y el emprendedurismo en la
región (las que lo hacen, invierten en rubros y perfiles específicos o muy
enfocados), no alcanzan para dar cobertura a las carencias que existen en este rubro a nivel local. ¿Quién
promueve, por ejemplo, a emprendedores en material social?, ¿quién se encarga
de incentivar que jóvenes universitarios y egresados desarrollen proyectos
sociales de amplio impacto a nivel local? No todo es industria, señoras y
señores: vivimos en un país de serias y marcadas desigualdades, en el cual solo
a través de la acción social, se pueden producir cambios profundos y duraderos.
Allí existe una gran área para invertir y actuar; allí existe un gran mercado
para que jóvenes se desarrollen e impacten con sus proyectos y acciones.
Todavía existe un enorme
tramo por recorrer en nuestro país respecto a los emprendedores, sobre en
material de proyectos e innovación social. Como previamente señalé, fuera de
las grandes capitales mexicanas, los emprendedores deben sortear muchos
obstáculos para materializar, y por ende, capitalizar sus ideas. Quizás suene
bonito en una conferencia, pero hablar del emprendedurismo como una meta
alcanzada “en todo México”, es contar un fabuloso mito.